Príncipe Kun
vie mar 19 00:10
Rebelde con causa, el Atlético salió dispuesto a ponerse Europa por montera. Pisó el campo decidido, afilado a la contra, lanzado por el estadio de gracia de Reyes y confiado en la receta anímica de ese psicólogo con bata de cola que es Quique Flores. Nada más salir Agüero, cavernícola de la doble visera, robó la cartera a la zaga rival y empujó a la red el primer tanto con un toque todo sutileza. Primer gol "made in Kun".
Pero como el Atlético es uno de esos equipos que no encuentran razón de
ser si no se pegan un tiro en el pie, cuando mejor estaba jugando, le
llegó el empate. Un balón llovido del cielo agarró a Perea y Ujfalusi mirando a las musarañas. Suficiente para que Liedson entrara como un kamikaze hasta la cocina. Empate, vuelta a empezar para el Atlético. Jurado enganchó una bola extra para Reyes, que la acarició con su pie de seda, la puso en el hueco y allí emergió Kun.
Quebró a Caneira con un el vaivén de un caderazo, lo sentó de culo y se
sacó un derechazo con el exterior del pie en un sello postal. Un gol de
museo, otro más, para un artista de barrio. Para un Kun que es clon de Romario, siempre amigo de zarpazos de tigre dormilón. A un minuto para el descanso, el Atlético durmió la siesta del carnero, Polga
peinó un balón que bajaba con nieve y De Gea se quedó como una estatua
de sal. Otra vez el Atlético era presa de sus propios errores. Y otra
vez a volver a remar. Firmó una primera parte primorosa, mereció mejor
resultado y se marchó con todo en el aire.Típico y tópico.
El equipo de Quique
había hecho en los primeros cuarenta y cinco minutos todo. Lo bueno y
lo malo. Había marcado dos goles fuera de casa y había regalado otros
dos. Habría que sufrir en la segunda parte. Nada más acorde con la
historia del Atlético, ni nada que estimule más a sus jugadores. Al
descanso, Sara Carbonero, musa del fútbol patrio, aceleró el pulso de la hinchada del Atlético. A su vera estaba Enrique Cerezo,
todavía presidente del Atlético y cooperador necesario del Gilifato. La
pregunta era obligada: "¿Qué le parece el interés del Real Madrid en
Agüero?" Socarrón e irónico, Cerezo contestó "está hecho. Nos dan a Kaká, Cristiano, Higuaín y algo de dinerito". Acostumbrado
a que cuando hable Cerezo se dispare el precio del pan, esta vez el
personal colchonero respiró. Por primera vez y única, los hinchas del
Atlético estaban de acuerdo con Cerezo. Torres (Fernando) más altas han
caído y se han vendido en el Gilifato, pero dejar escapar al Kun sería
apuntar con un revolver a la sien de todo hijo de vecina que lleve al
Atlético en su corazón.
En el segundo acto, el Sporting fue un molinillo doble. En lo defensivo, el cuadro lisboeta fue un molinillo de tarascadas, con Polga y Veloso
como ejecutores. Con licencia para "pegar" - duro, feo y a la rodilla-
, ambos se turnaron en la caza mayor (Kun Agüero y Reyes) y se
aplicaron en la menor (Raúl García también se llevó lo suyo). La peor
noticia para el Atlético no era que el Sporting aplicara el "dar cera, pulir cera". Porque en ataque, el Sporting era otro molinillo de juego aéreo, primitivo pero efectivo, que puso la congoja en la parroquia rojiblanca. Perea, un atleta de cien metros lisos peleado con la pelota, sufrió. López pasó un calvario. Ujfalusi acabó hecho un Cristo. Y Domínguez, entero, sobrio y seguro, salvó el tipo. Pero cada balón colgado al área era un dolor de cabeza para De Gea.
El Atlético, que acabó con tortícolis y migrañas, aguantó de pie las
embestidas de un Sporting de Lisboa que apeló a un estilo jurásico.
Con el partido en fase terminal, el Atlético se ató los machos, Reyes la pidió, Kun la congeló y Quique agotó los cambios.
Un puñado de balones a la olla después, el Atlético salía ileso de
Lisboa. El Atlético, fiel a su estilo de ganar todo con el sudor de su
frente, conseguía dos cosas que parecían imposibles: Uno, que
Agüero y Reyes no salieran en silla de ruedas del Alvalade. Y dos,
meter la cabeza en cuartos de final de una competición europea, una
gloria que no saboreaba desde 1999. Gustón en el primer tiempo
y fajador en la segunda parte, el Atlético sobrevivió en el alambre.
Todo, lo bueno y lo malo, lo hizo propio Atlético. Así es el Atlético,
una espiral de emociones. Una pasión inexplicable colgada de Agüero,
bandera del equipo, ídolo, potencial Balón de Oro y un niño que no sabe
conjugar el verbo fracasar. El fútbol mundial tiene un Rey y se llama
Messi. Pero el príncipe se llama Kun.
Rubén Uría / Eurosport
http://es.eurosport.yahoo.com/futbol/ruben-uria/article/9025/