Así rezaba el titular tras pasar a cuartos de final en la Copa de Europa de 1970/71. Fue un 5 de noviembre de 1970 en el Estadio del Manzanares, y a día de hoy mi abuelo, a sus 83 años, todavía lo recuerda como el mejor partido al que visto jugar al Atleti.
Ha caído en mis manos una crónica de aquél partido. Os la transcribo para deleite del los que estuvieron, y también para aquellos que sólo hemos conocido un Atlético grande gracias a los recuerdos de otros.
A tenor de lo leído, mi abuelo no va muy desencaminado al catalogarlo como el mejor jugado...
COPA DE
EUROPA
CAGLIARI: K.O.
Luz y sonido en los graderíos para
celebrar lo que sería una lección de fútbol del Atlético de Madrid en su
rotunda victoria: 3-0
Escribe: Gilera
El 21 de octubre, en
la isla de Cerdeña, el Atlético había jugado bien el partido llamado “de ida”,
que suele ser para el equipo visitante un partido de “plataforma”, un partido
de “pulsación” de las fuerzas vivas futbolísticas de la localidad (en este
caso, Cagliari). La derrota rojiblanca por 2-1 tuvo dos excelencias: una, el
funcionamiento del equipo y su prueba de fondo físico y moral con el gol final
de Luis; otra, el valor de ese gol en campo contrario, dada la fórmula actual
en las eliminatorias anteriores a las semifinales. El Atlético estaba
perfectamente orientado, pues, respecto a lo que tenía que hacer en el “partido
de vuelta”, el del Manzanares, objetivo concreto con recurso de victoria mínima
suficiente, pues el 1-0 servía ya para salvar la eliminatoria. Logró el 3-0. El
marcador expresa con la frialdad de los números lo que el equipo rojiblanco
tuvo de “exceso” de juego, suplemento admirable de su capacidad técnica, en una
de las versiones más claras y expresivas de la acción conjunta, porque en la
rotunda victoria hubo una aplicación general de jugadores a su misión
respectiva, por lo que fue un ejemplo de lo que el buen fútbol tiene de “reparto
proporcional”, un dividendo altísimo y un divisor de 11, porque no hizo cambios
Marcel Domingo durante el partido. Lo jugaron completo estos hombre: Rodri,
Melo, Jayo, Calleja, Adelardo, Iglesias, Ufarte, Luis, Gárate, Irureta y
Alberto. El Cagliari empleó 13. Los primeros once fueron: Albertosi,
Martiradonna, Niccolai, Tomasini, Mancin, Cera, Nené, Gratti, Brugnera,
Dommenghini y Gori, estos dos últimos
como vanguardistas, los tres anteriores como centrocampistas y aquellos cuatro
como defensores protectores del internacional Albertosi. En el segundo tiempo,
Poli en vez de Gratti, y a los 22 minutos, Nastasi en vez de Martiradonna. A
los 26, se quedaba el Cagliari sin Tomasini por protestar la sanción de penalti
que acababan de hacerle a Ufarte…
Un golazo de Luis en
el minuto 33 fue el primer ventanal abierto al triunfo. Se oyó entonces el “ruido”
de la calle; era el pueblo en fiestas: trompetas, carracas, campanas y vocerío
de júbilo para el oído; pancartas, banderines, gorras y bufandas de colores
rojiblancos, para la vista. La mezcla de todo era como celebrar al Santo
Patrono. San Isidro, su pradera están cerca, son vecinos. A los 26 minutos del
segundo tiempo , falta a Ufarte cuando se escapaba hacia el gol. El buen
árbitro que fue míster Jones, un galés autoritario, sancionó la clara falta con
penalti y Luis transformó en gol. Protestó el Cagliari y se quedó sin Tomasini.
2-0 en contra y un jugador menos, la eliminatoria estaba sentenciada. Podía
producirse todavía un revés, un gol italiano que convirtiera el 2-0 en 2-1,
como había sucedido en Cerdeña. El proceso fue contrario. El 2-0 pasó a 3-0,
por jugada extraordinaria de Gárate, capaz de ver y pensar con cerebro limpio
cuando casi todo está congestionado. El pase de Gárate a Luis fue un servicio
ideal para que éste hiciera el gol que agigantaba la obra doctrinal del equipo,
su lección de bien jugar, la facilidad de su circulación por el terreno ante la
oposición y abigarramiento de los campeones de Italia. El Atlético de Madrid
había jugado uno de los partidos más bellos y elocuentes de su historia; todos
los jugadores al nivel máximo, sin un fallo, con claridad de ideas y exactitud
en el procedimiento, eso que en cine se llama “realizar” un estupendo guión.
Si al primer gol se
vio la luz de la eliminatoria, al segundo fue un torrente y al tercero como una
llamarada cegadora. Era natural que el público (no solamente los definidos
partidarios del ruido y el color) “explotara” de alegría. Con el tercer gol en
las postrimerías pareció que el partido había terminado. El público invadió el
terreno de juego para abrazar a los jugadores. Quedaba un minuto todavía. Y
hubo que jugarlo cuando los “hinchas” se retiraron- El Cagliari estaba
aturdido. Después, a orillas del río, rumbo a la ciudad, las últimas escenas de
“luz y sonido” sobre el escenario histórico.
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