Con los humores revueltos, provocando ese sofoco que, de repente, te sube desde las entrañas a la cabeza, dando ese característico tono rojo encendido a la cara y te hace abrir los ojos hasta ponerlos como platos (y no de sopa fría), salí ayer de ver el partido, y sobre todo después de ver al Kun lesionado. Así escribí ayer.
Afortunadamente, el presagio de una grave lesion parece no cumplirse. Serán sólo un par de partidos, con el permiso del dotor, que no es poca cosa.
Del partido, mejor no hablar. Salvo la chuminada de Eller, castigada con la severidad de la imprevisible arbitrariedad arbitral, nadie hizo cosas especialmente malas, en el plano individual. Eso es, justo, el peor indicador. Porque así y todo, el partido jugado fue horrendo. Sin juego, sin nervio, sin orden, sin ideas, sin entrenador, sin.... Vamos, un equipo muy a la altura de los tiempos del culto al cuerpo que vivimos, de esta era light: el "equipo sin".
Nos acabará cazando el Sevilla, y probablemente hasta el Valencia y el Zaragoza.
Por cierto, ¿estoy ya en estado paranoico, o hay una conspiración en los medios? Porque yo, como Leo Franco, vi una acción del lateral del Murcia que era como una rúbrica sobre su apellido.
EDITO Y RECTIFICO:
Iñako Díaz-Guerra también vio lo mismo que yo, y al fin -más vale tarde que nunca- habla de la persecución consentida al Kun.