-
Nexus 6
- Se unió el 14-11-2007
- 2.903
Envíos:
- Melancólico
|
Los inmortales 'Busby Boys'
CAYETANO ROS
-
Valencia
EL PAÍS
-
Deportes - 04-02-2008
Fugaces como son los grandes equipos, aquél murió casi antes de haber
nacido. En realidad, fue un sueño de Matt Busby y sus muchachos, The Busby Boys,
que, sobre un campo bombardeado por los alemanes, conquistaron primero
el fútbol inglés y después prometieron disputarle la supremacía europea
al Real Madrid. Compartían espíritu, juventud y talento. Repartían
cartas y risas en el avión que los traía de vuelta a casa tras eliminar
al Estrella Roja, en Belgrado, clasificados para las semifinales de la
Copa de Europa, cuando pararon a repostar en Múnich. Al tercer intento
de despegue, aquel vuelo 609 de la British European Airways se estrelló
contra una casa a las 15.04 del 6 de febrero de 1958. El miércoles se
cumplen 50 años.
El Manchester United rinde tributo esta semana a los 23 fallecidos,
ocho de ellos futbolistas. Tommy Taylor, el delantero centro, de 26
años; Robert Byrne, lateral izquierdo y capitán, de 28; Geoff Bent,
callado suplente, de 26; Mark Jones, mediocentro fumador de pipa, de
24; David Pegg, extremo, de 22, hijo de un minero de Yorkshire y que
disfrutaba escuchando a Frank Sinatra junto a Liam Whelan, el interior
de Dublín, de 22; Eddie Coleman, travieso interior derecho, de 21, y
Duncan Edwards, el niño prodigio de 21, medio izquierdo, que murió
desangrado 15 días después. Les arrancaron el corazón a los Busby Boys,
aunque los supervivientes mantuvieron viva la memoria hasta hoy. El más
célebre, Bobby Charlton, que era apenas una promesa de 20 años, ha
pasado estos días por los colegios de Manchester contando a los niños
lo que significó aquella época.
Los 50 fueron años de luz en Inglaterra en contraste con los oscuros 40
de la posguerra. La vida comenzaba a avanzar y a distanciarse de la
cartilla de racionamiento y del mercado negro. Los más afortunados se
compraban unas botas del extremo Stanley Matthews, la estrella del
momento. Era el apogeo de James Dean en el cine y la música de Bill
Haley con Rock around the clock.
En Gran Bretaña triunfaban Tommy Steele y Frankie Lymon and The
Teenagers. ¿El fútbol? Pesado y autocomplaciente, con los estadios
llenos, si bien otra gran tragedia ya le había sacudido: el accidente
aéreo de 1949 en el que murió todo el Torino.
Ferenc Puskas dio una lección a los inventores del juego. Hasta
entonces, un delantero centro era un tipo poderoso que trataba de
arrasar a los defensas. Los húngaros tuvieron una idea. Su 9,
Nandor Hidegkuti, jugaba como un enlace con la media, abriendo espacios
para sus compañeros de ataque, Puskas y Kocsis, e incorporándose por
sorpresa al gol. Hungría ganó a Inglaterra por 3-6 en Wembley y después
por 7-1 en Budapest, lo que obligó a replantearse las cosas en las
islas. El Manchester United adoptó el estilo húngaro. Y el entrenador,
Matt Busby (1904-1994), capitán de Escocia en su etapa de jugador, iba
a impulsar lo mejor de la cantera nacional. Entre él y Stan Cullis,
técnico del Wolverhampton, transformaron el fútbol inglés y lo
acercaron al del resto de Europa. Su lema hizo fortuna: un jugador es
lo bastante mayor siempre y cuando sea lo suficientemente bueno.
En 1955-56, el Manchester ganó la Liga con un juego entusiasta,
poderoso y alegre, reconocido rápidamente en todo el país. E inspiró
dos apodos legendarios: The Busby Boys y The Red Devils.
Cuando Busby llegó al cargo, en 1945, se encontró con excelentes
futbolistas y un campo maltrecho por las secuelas de la Segunda Guerra
Mundial. Busby era un hombre obsesionado con la necesidad de construir.
Un purista. Le gustaba que los futbolistas se expresaran en el terreno.
Tenía una mirada amplia y abierta. Quería abrir el Manchester al mundo.
De las cenizas de Múnich, Busby levantó el United a partir de tres
supervivientes: Bobby Charlton, Harry Gregg y Bill Foulkes. Fichó,
entre otros, a David Herd, Albert Quixhall y Dennis Law antes de
descubrir, en 1964, al mayor artista norirlandés: George Best. Con
ellos conquistó la Copa de Europa de 1968 al Benfica, en Wembley, el
primer club inglés en lograrlo.
Claro que no todo el mérito fue de Busby. Su fiel asistente, James
Murphy (1910-1989), asumió los mandos mientras el primer entrenador se
recuperaba de graves heridas en las piernas en un hospital de Múnich.
"Estaba completamente solo y tuve que rehacer un equipo", recordó
Murphy; "fue importante coger futbolistas de fuera de Old Trafford,
fuera del ambiente de muerte de Manchester y de toda la emoción". Trece
días después de la tragedia, el Manchester disputó la Copa inglesa
contra el Sheffield en su mítico estadio. Sesenta mil espectadores
crearon un ambiente electrizante. Las alineaciones contenían once
espacios en blanco en vez de los nombres de los jugadores. Los hinchas
corearon los de los fallecidos. El United venció por 3-0. "Me dieron
pena los chicos del Sheffield", dijo Charlton; "para los aficionados
sólo había un equipo, el nuestro". Tres meses después, Busby presenció
con muletas la final de la Copa perdida ante el Bolton (2-0). Todos
cantaron ese día en Wembley Abide with me (Resiste junto a mí)
cuando los jugadores salían del vestuario. Los chicos del United lucían
un blasón en el pecho de sus camisetas, el emblema del ave Fénix
renaciendo de sus cenizas. "Tras perder ante el Bolton, fue peor que
nunca", evocó el defensa Foulkes; "al volver a Manchester, nos
esperaban millones de personas".
De los tres equipos que levantó en 25 años en el United, Busby le
explicó al periodista John Roberts, autor del libro The team that wouldn't die,
cuál fue su preferido: "A los más viejos les puede gustar mi primer
equipo, el que ganó la Copa de 1948. Otros prefieren el que precedió a
la tragedia, los Babes. Y otros, por la magia de Charlton, Best
y Law, dirán que el que conquistó la Copa de Europa de 1968, aun sin el
lesionado Law. El de antes de Múnich fue potencialmente el mejor que he
visto. Estaba a punto de arrebatarle la corona al Madrid".
"¿Eres tú, Jimmy? ¿El partido ante los Wolves
es a las tres?", susurró Duncan Edwards, echado en la cama del hospital
de Múnich, al recibir la visita de James Murphy. A pesar de las heridas
mortales, Edwards pensaba en jugar ante el Wolverhampton. El volante
izquierdo sólo jugó en Primera cuatro años, nueve meses y seis días,
convirtiéndose en el James Dean del fútbol inglés. "Era tan bueno con
la derecha como con la izquierda", lo describió Bobby Charlton; "podía
meter un balón a 30 metros y era sólido en la defensa y bueno en el
juego aéreo. Recuerdo una anécdota: en una semifinal ante el Chelsea,
Murphy nos dijo que evitáramos la dependencia de Duncan. Que éramos un
equipo sobrado de talento. Al llegar 0-0 al descanso, nos gritó:
'Pasadle a Duncan'. Ganamos el partido". Edwards fue también la
debilidad de Busby, que lo comparaba con Best por la tranquilidad con
que se tomaban los partidos. "Nada podía pararlo ni ponerle nervioso. Y
tenía una frase talismán: 'Eh, chicos, no hemos venido aquí para nada".
A los 11 años, Duncan ya jugaba con chicos de 15 en el Dudley, el
conjunto de su ciudad. A esa edad se lo llevó el Manchester United y lo
hizo debutar en Primera a los 16 años y 184 días frente al Cardiff
City. Ganó dos Ligas consecutivas y en 1957 llegó a las semifinales de
la Copa de Europa, en las que cayó ante el Madrid de Di Stéfano. Por el
camino logró resultados espectaculares: un 12-0 al Anderlecht o un 5-6
en el cómputo global ante el Athletic. Se estrenó con la selección a
los 18 años y 183 días, registro sólo superado por Michael Owen en el
Mundial de Francia 98. Debutó en la aplastante victoria ante Escocia
(7-2) y causó sensación ante la Alemania que venía de proclamarse
campeona del mundo en Suiza 54. Marcó cinco goles en 18 partidos
internacionales.
El espíritu de Busby ha perdurado a lo largo del tiempo. El Manchester
ganaría dos Ligas, 1965 y 1967, antes de iniciar un declive que acabó
con el descenso en 1974. Resurgió ya con Alex Ferguson, otro escocés,
en el banquillo desde 1986. Él también apostó por la juventud y
consiguió casi un milagro: dar prioridad al fútbol en un club
convertido en un negocio multimillonario.
Sus diablos rojos
se vestirán el domingo como hace 50 años. Los números del 1 al 11, la
camisa clásica roja, los pantalones blancos y las medias negras, con el
cuello en forma de v en vez de la camiseta abotonada de la
primera mitad de aquella década. Les espera el Manchester City en Old
Trafford. Ese equipaje, que no será comercializado, es el que llevaban
en Belgrado un día antes de la tragedia.
El mejor recuerdo para los inmortales Busby Boys.
|
|