by sergio medina
Parecía que la noche iba a ser apacible a pesar de la lluvía. Minuto cinco y ya íbamos ganando a un equipo muy inferior y con todos nuestros rivales en la lucha por la Champions habiendo perdido, a excepción del Sevilla que en cuatro jornadas ha recortado nueve puntos y que dentro de tres estará por delante.
El golde Agüero debería haber sido un acicate para cualquier equipo con ambición para ir a reventar el partido cuantos antes, pero el Gil de Madrid S.A.D. hace tiempo que dejó de ser un equipo de fútbol para convertirse en una promotora inmobiliaria cuyo objeto social real es la especulación y la venta de pisos en los solares del estadio Vicente Calderón y la cervecera Mahou y si mientras nos hinchamos los bolsillos con comisiones de traspasos mejor que mejor.
Es vergonzoso ver jugar a este equipo. No voy a entrar en el pésimo estado de forma de Maxi, las filigranas de Luís García, la nulidad de Eller, Pernía y Jurado, el flojo partido de Antonio López o la absurda expulsión de Raúl García. Este equipo tiene un problema global de actitud y lo demás son menudeces. En ningún momento los jugadores dan la sensación de querer ganar los partidos y están los noventa minutos especulando y así no se va a ningún sitio.
El Gil de Madrid S.A.D. no juega al fútbol, especula con el fútbol (y con sus instalaciones). No se puede tolerar que la gente juegue andando y sin motivación, que si ponerte tercero no es suficiente aliciente con el devenir de las jornadas y nuestro desplome en la clasificación esto va a ser insufrible.
El martes pasado hable de los detalles que determinan los partidos, pues pese a la pésima actuación arbitral, en la que no me voy a entretener porque jugando andando no se le puede echar la culpa al árbitro, el partido de hoy lo ha decidido otro detalle en el que mucha gente no habrá recaído.
Corría el minuto 15 de la primera parte y Raúl García hace una falta absurda, porque el jugador del Bilbao ya había perdido la pelota y ve una merecida amarilla. Veinte minutos después Luis García lanza una falta y el Bilbao monta la contra. El primer jugador al que se enfrenta Llorente es Raúl García que no le puede hacer falta porque se va a la calle. Esa contra acaba en gol. Si no se hubiese hecho esa falta tonta es muy fácil que hubiésemos llegado ganando al descanso.
Esto es sólo como apunte para que quede claro que no sabemos jugar con inteligencia, ni leer los partidos y ahora todos nosotros con un cabreo de tres pares de narices y Gil Marín, Cerezo y Maniche descojonándose en su casa.
Señores aficionados en sus manos está si quieren seguir consintiendo que el Gil de Madrid S.A.D siga siendo un Racing cualquiera o vuelva a ser el club Atlético de Madrid.
"Si se cree, y se trabaja, se puede". Palabra de Dios.
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