"Nunca vi un mal gesto de ellos o una mala declaración. Hay un pasado, pero Pablo ha pedido disculpas y ha despachado a la gente que le metió en ese embrollo. Y Cléber su mayor pecado es que el Atlético haya ido a buscarle a Brasil y lo ha traído. Individualizar sin ningún motivo al minuto uno me parece injusto".
No veo por qué se critica a Aguirre por esta declaración. Tiene más razón que un santo, y además me parece una forma muy inteligente y muy elegante de decir que quien tiene la culpa es la directiva, no los jugadores.
Especialmente claro es su comentario en cuanto a Cleber, diciendo que la culpa es de quien lo ha traído.
Y, respecto a Pablo, lo cierto es que el jugador ha puesto de su parte todo lo posible por hacerse perdonar, incluso cambiando de agentes (que, por cierto, tampoco son precisamente los culpables del embrollo, pero han pagado el pato para salvarle la cara a Gil Marín). Lo que no se puede es pretender que Pablo salga en los medios y diga que la culpa la tiene Gil Marín, que le firmó (además, sin reflejar fecha) el papel aquél en el que le autorizaba a irse por 15 millones, cuando poco antes le había firmado un contrato poniéndole una cláusula muy superior (a él y a Perea), y dando todo el bombo del mundo a esa cláusula como haciendo ver que era para evitar que viniera nadie a tocar a los jugadores.
Ni Pablo ni Cleber ni Aguirre pueden (aunque lo piensen) decir que quien tiene la culpa de la situación es la directiva. ¿O es que alguno de nosotros vamos por ahí echando pestes de nuestros respectivos empresarios? ¿Alguien cree que, si Aguirre, Cleber o Pablo actuaran como algunos por aquí parecen pretender, encontrarían algún club que los contratara? No recuerdo de ningún caso de jugador o entrenador que haya hablado contra su directiva y haya podido seguir ejerciendo su profesión con normalidad.
Señores, parece que algunos no sólo quieren jugadores que jueguen (bien, preferiblemente) y entrenador que entrene (también bien, preferiblemente), sino que además sean unos héroes o unos kamikazes.
Creo que ya está bien de pretender que los jugadores y los entrenadores (que, no lo olvidemos, son unos profesionales que viven de ésto, al margen de que sientan más o menos afecto por la camiseta que defienden) se conviertan en mártires de una causa por la que ni siquiera están dispuestos a luchar la mayoría de los seguidores.