Bajar hasta tus carnes de hormigón y gloria,
se hace fabuloso en días como hoy. No, no es por el resultao, que se
han visto de más enjundia. En antiguas guerras casi olvidadas. No, se
trata de los prolegómenos. De bajar ya por la que siempre se llamó
M-30, y de un tiempo electoral a esta parte, se da por denominarla
Calle. Ya saben, no es posible pasar de 50 km por hora, pero se pasa
costo en una de sus esquinas. Y, por supuesto, las madres se quedan la
mar de tranquilas cuando su nene le dice que se baja a la calle.
Treinta. Antes de coger incluso la parte en que se convierte en caverna
con bisontes pintados a modo de radar, ya huele a Fútbol. A Atleti. A
un cruce de Eau de Pirámides con Marqués de Vadillo parfum. Se hace
imprescindible bajar la ventanilla y discernir con la que los finos
dicen pitutitaria y los bastos porra, entre las partículas de CO2 y
estos efluvios que lo mismo impregnaron los Calzones de Adelardo que la
Camiseta del Kun. Gloria bendita.
A
la otra orilla del Río, se aparca el jamelgo de chapa con cierta
facilidad si se madruga. Debe de ser que Manitú te ayuda. Desde luego,
se evita cualquier parlamento con el comando Gorrilla. Aquellos que
confunden a unos tipos del norte escocés con uan riada de pelirrojas
feuchas en minifalda. Pitillito pa cruzar las cuatro gotas que trae el
Manzanares por los altos del Puente de San Isidro. Desde allí, vista a
la derecha, ar, aparece en todo su esplendor las espaldas del Fondo
Norte, regañadas merced a un tajo que, como una herida profunda, la
separa de Tribuna. A sus pies, el Río abraza sus cimientos
ex_aluminosos, para perderse en una última curva que apenas refleja en
cuatro destellos el sol que aún se filtra entre las viseras de los
edificios. Llegando al túnel, se cruza un carro coreano de tono negro
futuro a dos zancadas. Joder, si de copi va un tipo con pinta de
peluquero de señoras... “Si no viene Kia, vendrá otro igual o mejor”,
parece decir al chófer. Y sigue su camino. Sin haber dado a un
transeúnte siquiera el tiempo de tocar la ventanilla y enseñarle uno de
los ejemplares que llevaba en serie de “Gil culpable, Cerezo
marioneta”...
Allá
abajo, en la Puerta 0, se cantará con pasión unos minutos después. A la
verita de un agitador alto, un inconformista joven, un chaval rubio que
se deja las vocales, un padre y un hijo atléticos hasta las cachas, una
mujer de ojos azules que escribe en un blog, otra señora madre que pide
carteles, dos muchachitas atléticas que sujetan una pancarta y docenas
de satélites que miran. Unos con estupor. Otros con indiferencia.
Algunos con lástima. Los hay hasta con cierto temor. Y los que
atemorizan, que antaño se les citaba con el “esos de marrón, de qué
equipo son”, y ahora está claro que del Getafe o del Zaragoza. Porque
pa ser del Celta, son mu oscuros.
El
caso, es que por un momento parecen más que los vociferantes. Los
arrinconan. Les dejan unos metritos cuadraos. Alguno cuchichea con el
compi de placa, entreponiendo la mano entre los labios, como las
estrellas de cien y banquillo. Joder, van a ser capaces de
empapelar en acolchado la Reserva... Allí, en el Túnel hay más locos
que 14. En el Estadio, sobre el que se ha echao el réquiem, a falta de
administrarle lo más pronto que la recalificación permita, los santos
sacramentos, también. El parte de guerra que se arroja a día de hoy,
refleja 14 partisanos, y de ellos la mitá mudos. No hay meidei; ni
jiuston, gui haf a problem. A llorar a los Paules. Solo que se correrá
el riesgo de que se fragüe al final la leyenda de un menda que baja a
repartir pasquines subversivos. Como un chalao que llegue a formar
parte del folclore solitario de los llaneros solitarios peculiares que
conformaron la afición del Atlético de Madrid. Cada quince días. Cada
doce años. Cada prescripción.
Esta
tarde, al menos, cabe la posibilidad de que una docena de personas que
pasaban por allí, tengan la capacidad de hacer dudar de que el Club es
suyo. De los dirigentes, digo.
¿El partido?. De eso, ya saben ustedes mejor que nadie, caballeros.
Lobo que no aulla, cordero que parece.
S I E M P R E A T L E T I.-