Acaba de llamarme un amigo.
- ¿Has visto el Marca de hoy? No, le respondo, hace tiempo que no lo compro. Desde que un plumilla forofo merengón ofendió mi sentimiento atlético... Pues es la leche,me interrumpe, porque habiendo jugado ayer la Selección, le dedican las nueve primeras páginas al Madrí y hasta la décima no dan el partido España-Perú. Contesto: supongo que es la nueva estrategia del director para recuperar ventas en Madrid ya que les ha superado el AS.
Mi amigo es un viejo aficionado rojiblanco, como yo. El se dio de baja como socio ante alguna de las golfadas del presidente anterior y siempre me reprocha que yo no hiciese lo mismo. También es defensor de algunos periodistas que yo ataco y viceversa. Hablamos por ello largo y tendido sobre la prensa furtbolística actual y la de nuestra juventud. Cuando cuelgo el teléfono me pongo a pensar y aquí reflejo algunas de las ideas que hemos intercanbiado.
Antaño, cuando se dice que el fútbol era el opio del pueblo, apenas se radiaban una docena de partidos al año; los de la selección, la final de Copa, algún duelo decisivo para obtener el campeonato de liga y poco más. La locución corría a cargo del gran Matías Prats, aunque a veces le sustituia Enrique Mariñas y en alguna ocasión incluso compartían el micrófono. Ambos tenían bonita voz y además eran cultos, con extenso vocabulario y se notaba que se habían informado adecuadamente de las circunstancias que rodeaban el encuentro (escenario, participantes, situación anímica de los jugadores e incluso la correcta pronunciación de los nombres del rival si eran extranjeros).
Hoy, que nadie habla del fútbol como opio del pueblo, nos saturan de partidos (yo me alegro) a través de numerosas cadenas de televisión y, además, las emisoras radiofónicas los comentan, no sólo con un locutor gritón, sino con varios asesores deportivos de distinta laya y condición a los que se supone prestigiosos opinantes por su trayectoria profesional en el mundillo futbolístico.
¿Qué se requiere competencia y conocimientos de la especialidad? Desde luego. Pero también dotes de observación y finura , capacidad para el comentario correcto y ceñido, cierta intuición, claridad de juicio, frases sencillas y honestas, un importante grado de objetividad que acierte a elevar los impulsos pasionales de la audiencia. Y cabe preguntarse si eso es lo que sucede.
Mi respuesta es que no. Haber sido futbolista o entrenador de élite no capacita de forma automática para ser un buen comentarista. Podríamos incluir en este apartado a Poli Rincón, Carrasco, Zubizarreta, Míchel, Pedraza, Adelardo y tantos otros. También a los D'Alessandro, Duque, Vidal, Camacho, Antic...
Mucho menos capacita para esta función ser un hincha furibundo de un club y querer demostrarlo a toda costa. Aquí poned los nombres que queráis. Seguro que no os equivocáis. Hay casos originales de hazmerreir permanente; verborreicos con acento porteño de Buenos Aires; pertenecientes a la escuela destripadora (los que critican por criticar); los de la escuela pesetera (suelen estar callados y distraídos hasta que les preguntan); de la escuela humorística (generalmente tienen su gracia en el aguijón y nadie se ríe al escucharles); de la escuela historicista (rememoran anécdotas y datos, frecuentemente falsos, que nadie se atreve a contradecirles); y otros que no tienen ni puñetera idea de periodismo radiofónico, algo que puede sonar despectivo, pero que muchas veces les permite equilibrar los juicios de valor entre el locutor profesional y todos los especímenes antes descritos.
No voy a entrar a valorar las opiniones de los ex-árbitros sobre las decisiones de sus compañeros. Los hay de toda condición, pero fundamentalmente demuestran por qué cometían tantos errores cuando se vestían de corto.
Bueno, ya me he desahogado y aquí os dejo este tema.