Disculpen por transformar el hilo en un Off Topic en toda regla, pero no me queda más remedio.
La ONCE en teoría no tiene por qué ocuparse del resto de tipo de minusválidos. Su propio nombre lo indica: organización nacional de Ciegos españoles. Creada por ciegos y para ciegos. Se trata de una organización sin ánimo de lucro, casos de corrupción al margen, que destina todas las ganancias del cupón a financiar la educación especial que necesita este colectivo. En un país serio no tendría que existir, porque se ocuparía directamente el Estado, pero como aquí esto es lo que hay, hubo que fundar la organización para que los ciegos españoles tuvieran alguna alternativa a la mendicidad. La lotería se creó en régimen de monopolio porque en la época (1938, tanto propagandístico que se apuntó aquel tío bajito gritón), cuando la adaptación de materiales y técnicas era algo que ni estaba ni se le esperaba, la venta de cupones (que no es un trabajo precisamente agradable) era de lo poco que podía hacer un ciego. Un cojo, o cualquier otro minusválido físico, siempre podría buscarse un puesto en una oficina o en cualquier otro sitio donde tuviera que estar sentado, sus dificultades de integración no eran ni medio comparables a las que podía tener alguien con problemas de visión. Los únicos que lo tenían más jodido eran los deficientes mentales, y en aquella época la sociedad los consideraba poco más que bultos inútiles.
O sea, que los ciegos, que partían de una situación mucho más complicada, y con el mantenimiento del estátus de monopolio de la lotería como única (repito: única) ayuda estatal, se lo supieron montar bastante mejor que cualquier otro colectivo de minusválidos y alcanzaron un grado más o menos razonable de integración, una situación incluso cómoda en algunos casos. Entonces, finales de los '80, el gobierno de turno se dio cuenta de que era políticamente correcto ocuparse de los discapacitados, o al menos aparentarlo. Así que como no se quisieron complicar la vida ni crear planes específicos de ayuda como existen en otros países, optaron por lo fácil: obligar a la ONCE, que ya tenía montada su infraestructura con 50 años de antigüedad, a acoger a minusválidos sin problemas de visión, bajo amenaza de cargarse el monopolio. Y como los cupones eran, y son, la forma de financiación básica de la ONCE, un descenso en las ventas habría sido catastrófico, y aparte en aquella época andaba por ahí un tal Miguel Durán que es perfectamente comparable al padre de Caratorcida, así que la ONCE traga.
Las consecuencias, lamentables: miles de personas perfectamente capacitadas para trabajar en otra cosa se meten de golpe en el para ellos fácil mundo de la venta de cupones, pero como el mercado no da para tanto, las ventas suben moderadamente y como resultado los sueldos de los trabajadores (y su calidad de vida) caen. Además, ahora la Organización tiene que ocuparse no sólo de dar asistencia y educación a ciegos, sino también a otros grupos de los que el gobierno pasa, lo que se traduce, obviamente, en un servicio de peor calidad. Sólo ahora, que ya van casi dos décadas de experiencia y de hostias continuas, parece que la cosa vuelve a mejorar.
En esto, al calor del cupón que tan cojonudo negocio parecía, aparecen empresas como la famosa OID, que lo mismo podría dedicarse a la venta de cupones como al cultivo de espárragos para freír: no deja de ser una empresa, con el legítimo objetivo de ganar pasta para el empresario de turno, y que da la casualidad de que contrata minusválidos, sobre todo gente en silla de ruedas. Vale, muy bonito, si no fuera por el leve, levísimo, casi imperceptible detalle de que se pasan la ley por el forro de los cojones. No pueden hacer un sorteo, porque existe un monopolio. Así de claro, está prohibido. ¿Cómo lo solucionan? Vendiendo sus cupones haciéndose pasar por vendedores legales (el cliente de turno tiene cosas mejores que hacer que pararse a pensar si el pobre chico de la silla que le ofrece la lotería cumple con la normativa o no) y utilizando para dar sus premios el mismo sorteo de la ONCE que sale en la tele, para que la confusión en el comprador sea mayor aún. Y esto en idioma castellano tiene un nombre: piratería. Así de simple.
Que sí, que la ONCE no es perfecta, qué duda cabe. Ha habido mucho incompetente, o directamente mucho corrupto, en los puestos directivos. Y las cosas a lo mejor no funcionan todo lo bien que deberían, aunque con los pocos medios y la escasa ayuda que tienen, bastante es. No son aceptables las acusaciones de falta de democracia interna, habiendo como hay elecciones cada cuatro años: otra cosa es que el candidato elegido sea más o menos capaz, como pasa en todas partes, y si no miren a la Moncloa ahora, o hace ocho años, o en ambos casos, según la ideología de cada lector. La ONCE tiene mucho que mejorar, desde luego, pero precisamente para eso trabajan, y en eso invierten todo el dinero que recaudan con el cupón. Lo que no es de recibo es que aparezcan parásitos que se quieran aprovechar de su trabajo y encima vengan dando lecciones. Y si el Atleti se junta con esos parásitos, pues hay que decirlo, porque ya lo que nos faltaba. Como si tuviéramos poco en casa.
Como podréis imaginar, en este caso no soy de ese 95% que no conoce el tema del que habla. Ni fumo, así que el papel no me hace falta, gracias. La lija igual sí, que estamos de bricomanía en casa y hay un par de tablones que no han quedado muy bien.