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Santiago Niño Becerra

Último artículo 06-10-2009 13:51 escrito por marianux. 4 respuestas.
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  • 02-12-2008 14:18

    Santiago Niño Becerra

    Que alguien me diga que este tío es un catastrofista y un demagogo, por favor.

    Series de artículos Septiembre del 1 al 9:

    http://www.lacartadelabolsa.com/index.php/archivo/resultados/ac22ce906edcd6cc2e4703395ed55751360/

     

     

    ¿Has leído el mensaje, lo que está escrito en la pared? Podría ser la respuesta, la respuesta a todo.
  • 03-12-2008 9:38 en respuesta a

    Re: Santiago Niño Becerra

    Matildoubaldo:
    Que alguien me diga que este tío es un catastrofista y un demagogo, por favor.

     

    Este tio es un catastrofista y un demagogo. Big Smile

    Pero vamos, nada nuevo bajo el sol. Lo que si es cierto es lo que decia la canción. Negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver...

    En 2011, pisos un 50% más baratos

    @S. McCoy - 03/12/2008

     

    Pocos parecen recordar a día de hoy lo que fue la crisis inmobiliaria de principios de los noventa en España. Tras los excesos que trajo consigo la celebración simultánea de las Olimpiadas de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, el Tío Paco tardó poco en llegar con una rebaja que supuso que, sólo en 1992, los precios de la vivienda cayeran un 6,7%, excepción que hasta ahora había confirmado el aforismo de que “la vivienda nunca pierde valor” con el que muchos se han autoconvencido de sus locuras inversoras a lo largo de los últimos años. No recuerdan que los cinco años siguientes fueron de travesía en el desierto y, aunque nominalmente los precios repuntaron alrededor del 7%, en términos reales, es decir: ajustados a la inflación, su valor se contrajo alrededor de un 18%. Cierto. Para muchos, aún siendo las dos caras de la misma moneda, no son elementos exactamente comparables ya que la pérdida absoluta de riqueza se percibe de un modo muy distinto a su merma relativa que, incluso, se podría considerar en términos de coste de oportunidad. Una reflexión teórica interesante sobre la que algún día tendremos que volver.Pero no es el objeto del artículo actual. El recuerdo de 1992, y del quinquenio de parálisis del ladrillo que le siguió, debería servir para poner en su justo sitio la primera crisis inmobiliaria del siglo XXI que hoy estamos padeciendo. La situación es esencialmente distinta a la de entonces, toda vez que la dimensión del problema es sustancialmente superior lo que exige una corrección más intensa en tiempo y forma. No hace falta irse por las ramas para darse cuenta que así es. Más allá de las evidencias macroeconómicas acerca del peso alcanzado por el sector en el modelo productivo español, basta con acudir a la realidad que se deriva de las fuerzas simultáneas de oferta y demanda en España. En efecto. El stock que figura en el escaparate del residencial español es cercano a los dos millones de unidades, resultado de ese exceso de producción de los últimos años que asombraba a Europa, toda vez que nuestra tasa de propiedad es de las más altas de la región, y permitía sacar pecho a nuestros políticos, los mismos que ahora se sorprenden de su colapso. Por su parte, entre los compradores cunde el desánimo como nunca antes. Para los que buscan su primera vivienda, la ausencia de financiación y la incertidumbre sobre su futuro laboral, con un horizonte de 20% de paro a 18 meses vista (1 trabajador de cada 5 que se dice pronto), actúan como freno a la voluntad adquirente. Colas como las que se han formado ante el bluff sabido de antemano del Pocero de Fuenlabrada deberían servir no como anécdota digna de ser contada sino como signo de los tiempos que corren. Por lo que respecta a los inversores, son conscientes de que aún no ha llegado su hora. Cuando no se percibe ni potencial plusvalía, ni aparente rentabilidad, mejor mantenerse al margen.Cualquier desequilibrio de oferta y demanda como el actual debería conducir, sin duda, a una rebaja sustancial de la variable de ajuste que es el precio. Y mientras que en los países que han vivido burbujas similares a la nuestra, éste ha sufrido caída de doble dígito, en nuestra nación la estadística oficial señala que hay un incremento nominal, siquiera mínima, año sobre año. Ojo, estamos hablando del agregado, no de operaciones singulares. ¿Qué está pasando? A mi juicio hay un cuadruple factor que a día de hoy está actuando como freno a la caída en el valor de la vivienda. Por lo que respecta a la primera mano, la actuación precipitada de los bancos a la hora de hacerse con promociones en curso para evitar procesos concursales, están permitiendo trasladar el exceso de precio del promotor a la entidad financiera sin pasar por el mercado. Aunque ésta se haga con los activos al valor de su deuda, hasta que el bien no salga a la venta, ese menor precio de adquisición no se traslada al cliente final. Por otra parte, la aparición de la figura del concurso voluntario de acreedores permite que la actividad de la firma siga de una forma supervisada en manos de sus administradores por lo que, de cara a garantizar la actividad futura de la entidad, nadie se atreve a hacer ventas a pérdida que pongan aún más el riesgo el futuro patrimonial cuando se pueden instar las quitas que sean oportunas a los financiadores. Hasta que las mismas se aprueban, no se renegocia el nuevo margen y, por ende, no se repercute a los pisos. En lo que a la segunda mano se refiere, el sistema garantista español es sin duda un freno a la caída del precio de las casas. En la medida en que el hipotecado responde ante el acreedor con todos sus bienes presentes y futuros, su voluntad de pago es muy superior al de los ciudadanos de naciones donde el riesgo se limita a la garantía aportada. Por último, el proceso de liquidación de la propiedad es terminal, en el sentido de que la ciudadanía aguanta su estatus hasta que es insostenible, produciéndose entonces la liquidación por derribo de sus activos. A ese punto aún no hemos llegado. Aunque falta poco.¿Cuánto puede durar esta situación? Ya hemos defendido desde estas líneas lo que hemos llamado la teoría de la avalancha que hace referencia a la aportación marginal, un copo de nieve, como desencadenante de un proceso destructivo de magnitud muy superior. Ahora mismo la clave está en la capacidad de aguante de las entidades financieras que sustituyen activos rentables como los créditos por bienes ilíquidos lo que restringe su capacidad de dar financiación adicional al mercado, incidiendo sobre la demanda. No hay rotación. Por otra parte, las entradas en mora de promotores suponen una merma paulatina de sus niveles de solvencia que, igualmente, les impide, si no quieren disparar sus niveles de apalancamiento, ser más activos en su acción prestamista. El crecimiento de las carteras de inmuebles de forma paralela al aumento de los impagos tiene un límite. Y habrá un momento, un piso más, un concurso adicional, en el que lo perentorio será limpiar el balance por el lado del activo con objeto de no poner en peligro la propia supervivencia, salvo recapitalizaciones dudosas impuestas por el regulador. No hay que olvidar que renunciar a un 25% de los ingresos del crédito promotor, al 5% de rentabilidad neta, a cambio de pisos, tiene para el conjunto del sector un impacto en el margen de intermediación del 10%, pérdida a añadir al deterioro natural del negocio consecuencia de la situación económica. Eso por no hablar del impacto que los créditos sin garantía real pueden tener sobre el balance. El momento del basta ya está mucho más cerca de lo que muchos piensan y, cuando se produzca, su paso a la Atila provocará que pocos se acuerden de la distinción entre bajada real y nominal en nuestro país.

    ¿Cómo de profunda será la caída? Bueno no hay que olvidar que el precio de la vivienda sobre la renta bruta de la unidad familiar se mantiene, según datos del Banco de España, en máximos de siete veces frente a la media histórica de cuatro. Suponiendo la reversión del ratio a dicha media, sólo por el lado del numerador podríamos justificar una reducción de alrededor del 40% en el precio de los pisos. Sin embargo, en un proceso como el que actualmente está viviendo nuestro país, de enorme dependencia exterior sin recursos de tipo de interés o de cambio para atraer capitales, cabe esperar un brusco ajuste de los salarios reales con objeto de ganar competitividad. Una reducción que algunos analistas sitúan en el 20%. La caída en el importe del denominador haría que la corrección tuviera que tener aún mayor profundidad pudiendo superar el 50% ajustados por la inflación. Ups. Si nos fuéramos a otro indicador de sobrevaloración como es el rendimiento del alquiler, el cálculo saldría bastante parejo. Sin posibilidad de incremento de las rentas, el mayor retorno, que actualmente y según Credit Suisse, se sitúa en el 2%, tendría que venir por el lado del valor de la vivienda. Para que rendimiento doble, y al menos se acerque a los costes de financiación, el precio de las casas ha de reducirse a la mitad. Ojalá que este análisis fuera equivocado pero me da que no. Estuve el viernes desayunando con un banquero de pro con intereses notables en el sector. Y él fijaba el límite del ajuste en el 30% a dos años. Ya se lo dice McCoy. Se queda corto. O no. Debate abierto.

  • 03-12-2008 9:44 en respuesta a

    Re: Santiago Niño Becerra

    Añado otro para dar mas moral.

     

    El viaje a ninguna parte de la economía española

    @Carlos Sánchez - 03/12/2008 

    “…Pero terminé la niñez y caí en el mundo. Las gentes morían en torno mío y las casas se arruinaban. Como entonces me poseía el delirio del amor, no tuve una mirada siquiera para aquellos testimonios de la caducidad humana. Si había descubierto el secreto de la eternidad, si yo poseía la eternidad en mi espíritu, ¿Qué me importaba lo demás? Luis Cernuda. Escrito en el Agua.

     

    Estar a la altura de los tiempos no es fácil. El historiador Paul Kennedy*  ha demostrado cómo grandes imperios perdieron su hegemonía por errores de sus dirigentes. La China imperial empezó a declinar cuando los mandarines prohibieron en 1436 la construcción de naves. Pretendían sellar las fronteras en aras de proteger al país de los ataques mongoles, pero en realidad se cerraron ellos mismos y se hicieron más vulnerables. Inicialmente, se prohibió la construcción de embarcaciones para la navegación oceánica, pero más tarde se dictó una orden que impedía la existencia de barcos con más de dos mástiles. Cuatro siglos después, la dinastía Ming era mucho menos poderosa que la dinastía Song, y sus súbditos, por supuesto, mucho más pobres.Algo parecido le sucedió al Imperio Otomano, que colapsó como consecuencia del conservadurismo de los sultanes, que en lugar modernizar el país y abrirlo hacia la innovación, optaron por burocratizar el Estado y frenar la expansión territorial en busca de nuevos mercados. Un sultán idiota, como dice Kennedy, podía paralizar el Imperio Otomano de una manera que ni un Papa ni un emperador  del Sacro Imperio podía hacerlo en Europa. El poder otomano, lógicamente, cayó bajo la presión de jenízaros, descontentos con el alza de precios y la corrupción.El imperio español, como se sabe, no se hundió por un problema de expansión geográfica, sino por la incapacidad de la Monarquía hispánica para mantener sus fronteras, lo que degeneró en guerras de desgaste imposibles de financiar. En 1522, las fronteras eran atacadas al unísono en Alemania, los Países Bajos e Italia; pero además, las tropas estaban obligadas a vigilar el Atlántico y el Mediterráneo. Carlos V tuvo bajo sus órdenes un formidable ejército de 150.000 hombres sobre una población de 7 millones de personas. Dando por hecho que la mitad eran mujeres, eso significa que casi el 5% de los españoles estaban alistados. A cifras de hoy, estaríamos hablando de que Carme Chacón gobernaría un ejército de más de dos millones de efectivos. La decadencia comenzó a fraguarse con decisiones equivocadas: la expulsión de los judíos y, posteriormente, la de los moriscos, la interrupción de los contactos con las universidades extranjeras, las ‘aduanas’ internas entre los diversos reinos de la península o la obligación de que los astilleros vizcaínos se centraran en la construcción de naves militares.La lección que se puede extraer del análisis de Kennedy es que los gobiernos se equivocan si no son capaces de leer correctamente cada momento histórico haciendo caso omiso de una receta simple que daba Adam Smith a sus alumnos, pero que sirve para cualquier tendencia política. “Para sacar a un Estado de la barbarie y llevarlo a la mayor opulencia”  -decía el autor escocés- “apenas se necesita algo más que paz, impuestos razonables y una administración de justicia tolerablemente buena”.El paro, un fenómeno estadísticoDa la sensación de que a la luz de lo que está sucediendo en el mercado de trabajo, la clase política en general (y no sólo el Gobierno) parece desconocer el momento histórico que vive la economía española. El paro se sigue viendo como un fenómeno estadístico, pero la clase política (estatal, autonómica y local) continúa sin movilizarse como el asunto requiere. Y eso que el paro registrado está creciendo a un increíble ritmo del 42,7% en términos anuales, una tasa verdaderamente espectacular sin parangón en la reciente historia económica de Europa. Probablemente habría que remontarse a la República de Weimar o a la descomposición del imperio soviético para encontrar una evolución tan adversa. El Ejecutivo dirá que esto se debe al aumento de la población activa, que sigue creciendo de forma intensa por la inmigración y la incorporación de la mujer al trabajo; pero no parece muy riguroso ese análisis. Sólo hay que tener en cuenta que la afiliación a la Seguridad Social está cayendo un 3,5%, lo que significa que en los últimos doce meses el sistema público de protección social ha perdido 672.000 cotizantes. Pero es que si el análisis se realiza por grupos de edad, el resultado es demoledor. La Seguridad Social se ha dejado en el camino en los últimos doce meses nada menos que el 13,2% de sus afiliados con edades comprendidas entre  20 y 24 años. Es decir, que la generación más y mejor formada de la historia de España no tiene trabajo, lo que significa que se están destinando ingentes recursos económicos al sistema educativo para que luego no haya empleo. Uno de cada cuatro jóvenes está en paro, el doble que el conjunto de la población. Algo falla cuando hay tanta asimetría entre oferta educativa y demanda de puestos de trabajo. Y desde luego la solución no parece pasar por recortar gastos en educación. Todo lo contrario. A menudo se obvia que el 34,4% de la población activa analfabeta o sin estudios (o el 16,8% de los trabajadores con estudios primarios) está en paro, lo que pone de relieve la relación directa entre sistema educativo y actividad laboral.Pero también algo falla cuando el empleo asalariado en el sector privado (datos anuales) está cayendo un 1,3%, mientras que la ocupación en las Administraciones Públicas crece todavía un 2,3%, tal y como refleja la EPA del tercer trimestre. El ajuste, por lo tanto, es cosa de las empresas.Un último dato ilustra la naturaleza del problema. El número de parados que cobra ya una prestación asistencial por haber agotado la vía del nivel contributivo está creciendo ya a ritmos del 21%. Nada menos que 575.868 trabajadores (han leído bien) viven hoy con los 413,52 euros mensuales que les garantiza nuestro mediocre Estado de bienestar.Pues bien, pese a todos estos datos, la clase política sigue tirándose los trastos a la cabeza o aplicando aspirinas a un enfermo que todavía está en planta, pero que acabará recalando en la UCI. El vicepresidente del Gobierno, Pedro Solbes, oficialmente el coordinador de la política económica general  (por eso preside el Consejo de Política Fiscal y Financiera), se queja todos los años de que su capacidad de maniobra es reducida debido a que las dos terceras partes del gasto público tiene que ver con decisiones tomadas por las regiones y los ayuntamientos. Pero a estas alturas de la crisis, cuando el mercado laboral se desangra, ni siquiera ha convocado una reunión con los entes territoriales para coordinar acciones y racionalizar el gasto público en aras de evitar duplicidades con la vista puesta en priorizar las políticas de inversión. No se trata de un problema pequeño. Cuatro regiones (Andalucía, Canarias, Extremadura y Murcia) inician el tortuoso camino de la recesión (que durará al menos hasta 2010) con un desempleo superior al 14%, y alguna de ellas (como la de Manuel Chaves)  está muy cerca ya del 20%, una tasa de país subdesarrollado y desde luego incompatible con una nación que se jacta de ser la octava potencia económica mundial.Solbes ya no sólo yerra en el diagnóstico (por cierto que sus técnicos en previsión y coyuntura deben disfrutar con sus estimaciones), sino que, por el momento,  tampoco acierta con las soluciones, como ayer mismo se demostró. El vertedero de los buenos proyectosEl presidente del Gobierno, con buen criterio, convocó varias conferencias de presidentes autonómicos en la anterior legislatura, pero que en lugar de insistir con esta idea para gobernar la crisis con mayor consenso político ha acabado por depositarla en el vertedero de los buenos proyectos. Ahora que se celebra el XXX aniversario de la Constitución no estaría de más que alguien repensara la Carta Magna y diera al jefe del ejecutivo competencias efectivas en materia de coordinación con las comunidades autónomas, más allá de esos insípidos principios que aparecen en la Ley de Gobierno del año 1997. ¿Y qué decir de la oposición?, que en lugar de propiciar la firma de unos nuevos pactos de la Moncloa  se limita a criticar -con razón- la evolución de la actividad económica. Es fascinante que el área que se ha reservado el PP para atacar al Gobierno sea, precisamente, la economía. Un prodigio de análisis político y de solidaridad social. La actitud de los sindicatos y empresarios no es menos sorprendente. Con la que está cayendo, unos y otros se centran en renovar el acuerdo interconfederal sobre negociación colectiva, cuando parece evidente que la hemorragia en el desempleo sólo se podrá cerrar con un pacto social que afecte a las rentas salariales y a los beneficios empresariales. Claro está, a no ser que se prefiera que el ajuste se haga vía empleo. Y en particular sobre el más precario: el temporal. No estará de más recordar que mientras que el empleo indefinido aún crece un 2,6% anual, el eventual se ha desplomado un 8,1%, lo que refleja que el ajuste se está haciendo sobre la parte más débil de la cadena. Otro ejemplo de solidaridad social.Resulta no menos increíble que la banca (siempre tan liberal y a favor del libre mercado) se dedique estos días a evitar la quiebra de las inmobiliarias o las constructoras en lugar de dejarlas caer, lo que favorecería una reducción de los precios de la vivienda y permitiría dar salida al enorme stock de pisos sin vender, aunque aumentara su tasa de mora, que le vamos a hacer. Porque demanda de pisos hay. Cada año se crean en España más de 400.000 hogares, pero los precios siguen siendo abusivos. Beatriz Corredor, la ministra de la Vivienda, tiene una buena oportunidad para decir a los banqueros que en lugar de engordar su cartera inmobiliaria saquen al mercado los pisos con el objetivo de reiniciar cuanto antes el ciclo inversor, aunque no puedan lucir durante varios trimestres unos beneficios tan abultados. Al fin y al cabo, el Estado ha sido generoso con ellos poniendo a su disposición 250.000 millones de euros para que puedan lamer sus heridas sin quebrantos de mayor cuantía.El problema del paro es ya de tal envergadura que no es jugar al catastrofismo dar pábulo a quienes sostienen que, en el mejor de los casos, la tasa de desempleo española no volverá niveles europeos (en torno al 7%) hasta mediados de la próxima década. Tras la última recesión, fueron necesarios 13 años para que el paro bajara del 24,55% -alcanzado en el primer trimestre de 1994 (récord histórico)- al 7,95% (mínimo en la fase alcista del ciclo). Todo ello pese a que la economía creció durante el periodo por encima del 3,5%. Y hay que tener en cuenta que la mayoría de los analistas considera que el actual ciclo recesivo llevará el desempleo a tasas cercanas al 20%.

    No parece, por lo tanto, el momento más idóneo para hacer discursos políticamente correctos que simplemente esconden la falta de temple político para manejar el conflicto social, algo consustancial al sistema político democrático. Por si a alguien le sirve, ahí va una receta del profesor Samuel Bentolila, del Banco de España, publicada en Sociedad Abierta, y en la que aboga por cerrar la brecha entre contratos fijos y temporales a cambio de mayores niveles de protección social. Es un buen guión para empezar.

    *Paul Kennedy, Auge y caída de los Grandes Imperios, Mondadori Ediciones DeBolsillo.

     

  • 03-12-2008 11:02 en respuesta a

    Re: Santiago Niño Becerra

    "Si se cree, y se trabaja, se puede". Palabra de Dios.

    Twitter: @14Tutto
  • 06-10-2009 13:51 en respuesta a

    Re: Santiago Niño Becerra

     Añadimos un año más tarde otro más....¿estaba tan equivocado?

    http://www.lacartadelabolsa.com/index.php/leer/articulo/mis_nuevas_previsiones_una_crisis_sistemica_no_hay_vuelta_de_hoja_pese_a_lo/

    MIS NUEVAS PREVISIONES. UNA CRISIS SISTÉMICA. NO HAY VUELTA DE HOJA, PESE A LOS IMPULSOS

    Santiago Niño Becerra -  Martes, 06 de Octubre
     
    El Señor Pedro Solbes (¿por qué, bastantes, ahora le echan de menos?) dijo en una ocasión que las previsiones, a la que se hacen públicas, ya son viejas, lo que es muy cierto: la realidad siempre está en movimiento. Pero las previsiones suponen un algo fundamental: son la consecuencia de una tendencia en función de lo que se está considerando y suponiendo. A continuación las últimas que he elaborado referentes al reino: a 30 de Septiembre (si quieren comparar, las anteriores las publiqué en lacartadelabolsa el 15 de Marzo). De entrada, una aclaración (pienso que tal y como están las cosas es necesaria): estoy suponiendo que no va a producirse ningún cambio en el sistema de cálculo ni de registro de los macroagregados comúnmente utilizados, tampoco ninguna modificación en su composición; lo digo porque las intenciones de cambiar y de alterar cosas van a ser crecientes.

    lacartadelabolsa.com

    Bien, ¿qué es lo nuevo en relación a seis meses atrás?. Tres cosas. Una: los efectos animadores del Plan E y similares; otra: el descenso del euribor que, como ese anuncio de la tele, ha metido un poco de dinero en el bolsillo de bastantes españolas y de bastantes españoles y que ha generado, en estas y estos, la ilusión de ‘tener más’; otra más: el deseo de la población de que las cosas se arreglen es, si cabe, más fuerte que en Marzo, lo que hace que, aunque la calle esté cada vez menos limpia, la esperanza en EL milagro que todo lo arreglará siga siendo casi tan fuerte como en Marzo.

    Y a partir de ahora, ¿qué?

    El problema de los impulsos (de cualquier impulso) es que llega un momento en que se agota; además, los impulsos (todos los impulsos) pueden tener dos consecuencias nefastas: 1) generar una falsa sensación de euforia (efecto anfetamina), y 2) crear acostumbramiento: expectativas de que nuevos estímulos serán arbitrados cuando los actuales pierdan consistencia (efecto supervivencia asistida). Ambos, pienso, se han dado y, de momento se continúan dando (en todo el planeta), pero una situación como esa tiene fecha de caducidad: viene dada por su insostenibilidad física: llega un momento en que el montaje, cualquiera que este sea, no da más de si.

    En España, y desde la oferta, las fuentes generadoras de PIB, y debido a lo anterior, acelerarán su caída: construcción, turismo automóvil, manufacturas; desde la demanda, progresivo hundimiento del consumo privado y de la inversión, así como del consumo de un Estado crecientemente deficitario. El comercio exterior en retroceso: exportaciones: ¿a dónde exportar en un escenario que se cierra sobre si mismo para defender ‘lo suyo’?, importar: ¿qué, si no puede pagarse y/o no es necesario aquello que se desea?. El símil de esta situación podría ser una reacción nuclear.

    Agotado el impulso y agotada la posibilidad de crear nuevos impulsos, la actividad va retrocediendo, y un Estado, crecientemente empobrecido, poco puede hacer por revertir la situación. La actividad se va enlenteciendo, la generación de PIB va retrocediendo y el desempleo del factor trabajo aumentando (en España más debido a su reducida productividad y a la composición de su PIB) de forma acelerada: como si la economía estuviese impulsada por un desmultiplicador que va realimentando el proceso.

    La tendencia a lo largo de todo el 2010 será, entiendo, claramente a la baja: decididamente desde Enero (cada vez peor, pero llegaremos a Navidad como sea) y aceleradamente desde mediados de año: cuando la insostenibilidad física referida se pondrá, pienso, totalmente de manifiesto (momento en el que, pienso, mayoritariamente, se dejará de esperar EL milagro, lo que aumentará la degradación del proceso). ¿La inflación?; suavemente negativa como balance final del año en curso, y decididamente negativa en el siguiente, fundamentalmente porque quienes consumen (lo que sea) irán experimentando un paulatino retroceso en su capacidad de ¿compra?.

    A partir de mediados del 2010, el derrumbe. Privada de cualquier capacidad compensadora porque ya estará agotada (Estado, crédito, confianza), la situación va entrando en una desaceleración continuada que se manifiesta con toda su virulencia durante el 2011 (en España más debido a su nivel demográfico y a su modelo productivo). En un escenario como ese pueden imaginarse de que tipo serán las expectativas.

    Como consecuencia de esta situación, es previsible que se produzca una expansión de la economía sumergida: la única posibilidad, y una generalización de las situaciones de subempleo y de desempleo encubierto del factor trabajo. El consumo (de todo) es asumible que caerá, por lo que gran número de bienes y servicios dejarán de producirse y de prestarse, lo que abocará a caídas de precios y a que los índices de precios pasen a ser muy poco significativos (como la mayoría de los datos económicos y sociales que sean publicados).

    Un panorama de crisis sistémica, en definitiva.

    Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

     

    La mente humana tiende a creer que los problemas pueden solucionarse con reuniones u otros conjuros institucionales, sin necesidad de cambiar el contexto que los genera (JOSÉ MANUEL NAREDO)

    Ahora sabemos que nada bueno vendrá, si no lo traemos nosotros. (P.GUERRA)
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