Tranquilos, que Abellán ya sabe que pasa.
Una temporada más, el Atlético de Madrid ha vuelto a desilusionar a sus aficionados.
Una temporada más, lo que fue un nuevo y maravilloso proyecto se ha
convertido en un espejismo. Y una temporada más, los atléticos buscan
por todos sitios una explicación simple que les haga entender la razón de tanto desengaño.
Porque en teoría, esta iba a ser la gran temporada rojiblanca. Se había
fichado bien. Se había contratado a un entrenador que conocía la casa.
Y se decía, cosa que no me lo creí, que se había logrado la paz
institucional.
Puede que todo sea cierto, pero los hechos están demostrando lo contario.
Y lo están demostrando, como viene ocurriendo desde hace mucho, porque
este equipo ya no es el que era. Ha perdido su anclaje con su propia
historia, algo que le conecte con los ejes atléticos tradicionales, y
con ello ha perdido su identidad. Y de ahí a la vulgaridad sólo hay 3
centímetros.
El Atlético ha perdido ese algo que le daba sentido. Y sin ello es un equipo más. Incluso, vulgar aunque vengan a él grandes jugadores.
El Atlético de Madrid no es el
Manchester City. Aquí no pueden venir a jugar futbolistas de aluvión
por buenos que sean. Al Atlético no pueden venir mercenarios y
no lo digo como un insulto. Me refiero a esos jugadores mundiales que
llegan, juegan y cobran. Que ni sienten ni padecen. Profesionales
puros. Sin ningún nivel de auto exigencia sentimental. Jugadores que
cumplen con su trabajo con mayor o menor acierto y que, tras el
partido, se van a su casa sin ninguna aflicción. Ser un mercenario de
fútbol no es ni malo ni bueno en sí mismo, pero es muy malo para el
Atlético de Madrid.
El equipo colchonero, siempre que ha
sido algo, se ha debido a que ha mantenido ese nexo con su pasado, con
su forma de ser, con la manera correcta de entender sus valores.
Y por supuesto que han venido al club jugadores extranjeros o españoles
que no conocían esos pilares, pero siempre existían, en el vestuario o
en sus alrededores, esos jugadores o ex jugadores anclas que les
explicaban los principios que rigen en el club y en ese vestuario.
Cuando ayer vi sortear los campos a Mario Suárez, como capitán
atlético, supe que algo mal se estaba haciendo. No puede ser capitán
del Atlético de Madrid un chico que, aunque criado en la cantera, se ha
pasado más de media vida profesional fuera del club. Mario puede tener
un gran futuro pero aún no es creíble como capitán de
equipo... Y bien que siento decir esto. Pero yo estoy hablando de otra
cosa. Hablo de un capitán con raíces en el equipo y que sepa, al mismo
tiempo, transmitir su espíritu eterno aunque se pierda o se empate.
Porque, de lo contrario, estamos hablando de un equipo más de mitad de
la tabla y sin personalidad. Y ese es el gran problema de los últimos
diez años. Que se convirtió en un equipo sin distintivo.
Estoy seguro de que ningún jugador de
los que, ayer, saltaron al Vicente Calderón sufrió por el empate más
allá de la media hora que tardaron en ducharse y vestirse de calle.
Estoy seguro de que ninguno se llevó el desgraciado empate a su casa y que les hiciera pasar una mala noche.
Es más, creo que ni siquiera afectó a sus responsables. Anoche, sin ir más lejos, invité a José Luís Pérez Caminero al programa 'Abellán en Punto'
para que analizásemos juntos el problema y el jefe de Prensa del
Atlético, que posiblemente, entre dentro de la definición de
mercenarios que hay en el club, contestó a la invitación con más o
menos estas palabras: "no se estima oportuno ni necesario que el
Director Deportivo hable con los medios ya que se considera que no hay nada importante sobre lo que deba prodigarse"
y "lo siento pero nuestros protagonistas han salido en rueda de prensa
y zona mixta. Aparte, Caminero no suele analizar la actualidad en los
medios habitualmente".
Espero que José Luis no esté de acuerdo
con su jefe de Prensa. Sobre todo porque conozco a muchos aficionados
atléticos a los que, anoche, les costó conciliar el sueño.