REMM:
Este artículo es de obligada lectura...
“El Atlético da vergüenza” (ABC)
“Un Atlético indigno” (EL MUNDO)
“Debacle en el Atlético” (ELPAIS)
“Ridículo del Atlético” (LA RAZON).
Estos cuatro titulares resumen el penúltimo escarnio al que una banda
de mercenarios, dirigidos por un pobre hombre cuyo único delito es
haber aprovechado la única oportunidad de asomarse a la élite que
tendrá en su vida como técnico, sometió impunemente la, en tiempos cada
vez más remotos respetada casaca rojiblanca.
Mención especial merece el compañero de El Mundo, Eduardo J.
Castelao, lejos de las habituales monsergas exculpatorias de los
relaños, caridades, angelitos y compañía (aún un peldaño por encima de
la indignidad de los orondos palmeros y bufones de turno que todos
sabemos): “Nadie en el club debería quedar impune ante una nueva ofensa
a la historia de la institución. Desde el presidente, pasando por el
consejero deportivo y terminando en el director deportivo, nadie
debería quedar impune ante una nueva ofensa a lo que de este club
enseña la historia”.En un país con un periodismo deportivo digno de tal
nombre no sería necesario, pero, como no es el caso, gracias por su
honestidad, Sr. Castelao. Quizá todavía reste un ápice de integridad en
el purulento albañal de los medios de comunicación cañís.
Qué decir. La ignominia es un concepto que, cada temporada, y a
medida que se acerca el final del campeonato, siempre adquiere un grado
más en el Atlético de Gil Marín. Así suelo denominarlo en la revista de
prensa que hago cada mañana de fin de semana en la radio con el gran
Rafa Sánchez, pese a los sarpullidos que (me consta) provoca en algunos
despachos de la S.A..El bueno de Rafa, “culé” de corazón, se sonríe
entre la malicia y la comprensión. Bien sabe que es cierto.
Qué pensar. He leído un comentario hace un rato en LVR que rezaba” “el
problema no es que ya no haya apenas niños del Aleti, es que en 15 años
no habrá Aleti”. La reflexión esconde tintes freudianos, toda vez que
la realidad como mecanismo de defensa en el ser humano (en este caso,
una masa lamentablemente amorfa e indolente constituida por decenas,
quizá cientos de miles) es uno de los principios básicos de la
psicología. Y vaticinar la desaparición de algo que ya no existe lo es
sin lugar a dudas.
En realidad, dejó de hacerlo hace lustros.
Entretanto,
chapoteamos entre otros procesos de reacción emocional como el de la
“fantasía autista”. Así me cuenta un amiguete psicólogo que se denomina
el enfrentamiento a situaciones de amenaza interna o externa mediante
fantasías excesivas como falso sustituto del problema.
Otra, me explica, es el de la “retirada apática” en la que el
individuo, en vez de enfrentarse, simplemente se retira sin dar
muestras de cambios en sus sentimientos. Modalidad esta que, en su
traslación en rojiblanco, podríamos catalogar como “Facundo”, por el
tipo de fruto seco que es ovinamente deglutido sobre los forjados del
(por poco tiempo) estadio del Club Atlético de Madrid.
No voy a perder el tiempo ni hacérselo malgastar a nadie recopilando
excusas para la enésima vejación de un escudo que antes inspiraba
respeto y que desde el advenimiento de los dos condenados por el
Tribunal Supremo (uno como cooperador en apropiación indebida -delito
prescrito, pero que la Justicia reconoció que existió- y otro por
estafa, a un año y 6 meses de cárcel) sólo mueve a la mofa. Y para los
que se la cojan con papel de fumar, si recuerdo este nada superfluo
dato es porque éste es el particular “stub” de los dos atleticidas.
¿Stub? ¿Qué dice Vd. qué es eso, amigo Doral? Pues lo que según la
balística forense supone el mayor temor de un asesino: los restos de
pólvora de bala que no se van nunca, por mucho que se lave las manos el
autor del disparo, y que a menudo resultan una prueba concluyente para
su incriminación. La sentencia Nº 620 / 2004 del Tribunal Supremo, del
4 de junio de ese año: ese es el código del “stub” de nuestros
eficacísimos filántropos.
No. Este ectoplasma a rayas con el que vienen lucrándose años ha los
mismos tipos que se carcajean moqueta y canapé adentro se ha convertido
en algo demasiado previsible. Casi tanto como ese pienso audiovisual
que de vez en cuando, en forma de celebrados “spots” (difundidos hasta
la náusea entre la chacota y la conmiseración) fabrican para justificar
fiasco tras fiasco. (Pero del prescindible, a la par que oneroso
cloroformo publicitario a granel, etiquetado bajo la marca de una
señora de apellido anglosajón, y que ha convertido al “cluz” en
campeón, sí, pero de su cuenta de resultados, habrá otras ocasiones de
hablar).
Nos hallábamos en la previsibilidad de esta presunta entidad. Los
lugares comunes, los conocemos todos. Humo. Renovación de abonos.
Comisiones. Primera decepción. Descolgamiento. Atisbo de recuperación.
Nuevo tropiezo. Bochorno. Vacaciones desde enero. Vejación con goleada.
Pasotismo. Sálvese quien pueda. Clin-clin caja. Humo. Final. Y vuelta a
empezar.
A falta de interés, como solaz, desde hace tiempo he encontrado un
modesto entretenimiento: busco tan sólo la forma en que tratan de
vendernos la infecta mercancía, la estafa anual. Y, lamentablemente,
incluso este componente de lo que es el Aleti (sin la letra “t”, por
favor, el porqué lo expliqué en mi primer artículo para esta Web) del
siglo veintiuno ofrece satisfacciones menguantes. Hasta en eso hemos
ido a peor. Antes, incluso esos momentos brindaban si no ya algunas
gotas de talento, sí de humor. Ahora, ni siquiera podemos refugiarnos
en lo jocoso.
Por eso, quiero concluir con una propuesta. Mi idea para el próximo
anuncio de televisión. En él, un espigado individuo cuyo diseño facial
desafiara la geométrica, bronceado y con gafas de sol, aparecería
llegando a un aeropuerto de algún paraíso fiscal. Rodeado por una nube
de cámaras, al estilo de “Pepe el del Popular” o de un Luis Roldán. A
continuación, se le acercaría un fulano bajito, terno barato, con
lentes de aumento y nutrida cabellera que le espetaría: "Golfo, que tú
sabes lo que te has estado llevando... ¿de dónde sacabas el dinero? El
primero le respondería “De los convenios que tú firmabas y te lo
llevabas”. Y agarrando su maleta y un par de repletas bolsas de basura
de color negro, de enigmático contenido, se apresuraría a abandonar la
terminal aérea, donde en la salida le estaría aguardando su vehículo de
alta cilindrada. De fondo se escucharían aplausos y un cántico: “Esta
afición sí la merecéis”. Sobreimpresionado, el siguiente texto saldría
en la pantalla en letras chiquititas: (Copyright diálogo televisivo
entre Gil padre y el ex alcalde y delincuente de Marbellí, Julián
Muñoz, verano de 2003).
Coda:
“Estoy en el Atleti para recuperar mi dinero” (Enrique Cerezo Torres, 3 de febrero de 2009).
"Si saliéramos de aquí, ninguno nos vamos a llevar nada”
(Miguel Ángel Gil Marín, 6 de marzo de 2009).
GIL CULPABLE,CEREZO MARIONETA.
DILES QUE SE VAYAN