"...Un escudo que, para ser sinceros, empezó su lenta y dolorosa agonía en 1987 cuando el Gorila, accedió a la presidencia, se apropió del club ilegalmente, como sentenció un juez, eso sí, una vez convenientemente prescrito el delito, y convirtió el Atlético de Madrid en esa rancia empresa familiar de nuevos ricos pijos de pueblo que hoy padecemos y que se vende públicamente como una simpática y hasta chistosa amalgama de ternurismo ñoño, rollito canalla populachero y sufrimiento pupista.
De ello se encarga la repulsiva agencia publicitaria Sra. Rushmore que, anualmente, nos ofrece uno de sus ridículos spots para recordarnos que somos grandes, aunque haga una década que no ganamos nada, y que hay que pagar el abono, ¡que somos la mejor afición del mundo!¡Bendita Afición!, dicen los muy hijos de ***. Mercadotecnia barata y sensacionalismo emocional para ampliar nicho comercial. El anuncio del niñito que le pregunta al papaíto que por qué son del Atleti; o el del Mono Burgos saliendo de una alcantarilla tras dos años de vergüenza en Segunda; o el sensiblón para las madres del facha y el rojo del Atleti en plena contienda fratricida; o el salvajemente clasista y ultrapijo de un ecuatoriano del Atleti escribiendo a su familia; o el populista, facilón y paleto del que va a la tumba del abuelo; o la basura intolerable esa de un pastor albanokosovar; y por supuesto, el protagonizado por el pobre don Agustín de la Fuente Quintana sufriendo al Atleti por la tele: "Me mata, me da la vida".
No, bastardos, no; ni nos mata, ni nos da la vida, nos lo habéis robado: del Atleti sólo queda un recuerdo, una sombra, un despojo, un eco, un recuerdo luchando cada domingo por no extinguirse en nuestros corazones. Somos nosotros, hijos de la gran ***, el Atleti somos nosotros..."