Una
de los principales problemas que Abel Resino se encontró a su llegada
al Atlético fue un vestuario "partido". Dividido en clanes, los
jugadores apenas se relacionaban "lo justo" con los que no compartían
su origen geográfico o el mismo agente. "Por un lado los suramericanos,
por el otro los españoles, alguno simplemente a su aire, más pendiente
de la noche... Eran como guetos. La desconfianza y el beneficio
personal imperaban sobre el grupo. Aunque todavía hay algún foco
potencialmente problemático, parece que por fin, después de muchos
esfuerzos, volvemos a tener un vestuario cohesionado", resumen desde el
cuerpo técnico.
Tras muchos avatares, dos
acontecimientos han borrado buena parte de la "inquina" que afectaba al
rendimiento de la plantilla del Atlético, que mañana se juega con el
Valencia su presencia en la Champions. "La marcha de
Seitaridis, una semana después que Maniche, ha sido fundamental",
reconocen en los despachos del Vicente Calderón. La rescisión "de mutuo
acuerdo" del lateral griego, que acordó su salida del equipo del
Manzanares pese a tener una temporada más de contrato -"a cambio
cobrará ésta íntegra, unos 1,2 millones de euros, y encima le dimos
permiso para acercar posiciones de cara a septiembre con el
Panathinaikos, donde empezó su carrera", puntualizan en el Atlético-,
significó el adiós de la banda del Lamborghini.
"Llamábamos
así a Costinha, Seitaridis y Maniche, porque los tres, todos
representados por Jorge Mendes, llegaron un día del verano de 2006 con
esos cochazos de lujo. Se los trajeron de su etapa en el Dinamo de
Moscú", cuenta un empleado de la ciudad deportiva de Majadahonda. "No
nos deshicimos de ellos por la ostentación, eso va intrínseco a
cualquier futbolista, sino por sus continuos desplantes y actitud
negativa. Eran un mal ejemplo, no como Simão, que vino en el mismo
barco", esgrime un alto cargo.
Solucionado el conflicto con los
díscolos, quedaba ver cómo recuperar el estado anímico de un equipo sin
término medio: por algo es el tercer máximo goleador y el tercero que
más goles recibe. "Uno de los puntos fuertes de Abel es que es un gran
motivador, pero, más que los mensajes que transmite a la plantilla en
unos powerpoint, lo que ha provocado un subidón es el espíritu de Pernía",
cuenta el entorno del preparador manchego. "Los abucheos y cánticos
despectivos que la grada le dedicó contra el Sporting nos dolieron. La
afición tenía mucha bronca tras perder 5-1 en Santander, donde Mariano
ni siquiera jugó", observa Forlán. Como el uruguayo, el resto de
compañeros se "conjuró" para "lavar" el honor del zaguero.
"Evidentemente no es Maradona, pero es de los que más trabaja y nunca
protesta. Lo que tuvo que aguantar nos ha hecho recuperar el duende. Por así decirlo, gracias a él somos una piña", le ensalzan los inquilinos del banquillo.
Esto es delirante.