Hace algunos días, en una conversación informal sobre futbol, el director general de una conocida entidad de formación de directivos, me preguntaba: pero ¿todavía eres del Atleti?, a lo que yo le respondí: “Ahora, más que nunca”.
Desde que tengo uso de razón, siempre he sido del Atleti. En mi familia no hay antecedentes conocidos. No tengo la más remota idea de quién me inoculó este “bendito” virus.
Es cierto que ya en el colegio del Recuerdo, donde los del Atleti nos contábamos con los dedos de la mano, era de los “que jugaba al baloncesto”, deporte casi proscrito allí. Por lo que empecé rebelándome contra “la corriente dominante”. Sin duda alguna, “moverme” en un ambiente “tan hostil”, además de la inestimable educación que allí recibí, debió contribuir a forjar mi personalidad. Como después curse mis estudios universitarios en ICADE, donde había más de lo mismo, “mis creencias”, no hicieron sino salir reforzadas.
Pero ha sido la profesión de “buscador de directivos”, que ejerzo desde hace ya unos cuantos años, la que me ha dado la oportunidad de conocer a un amplio abanico de altos directivos procedentes de los más diversos sectores de actividad que “profesan la verdadera fe” atlética. Sin pretenderlo y, por deformación profesional, he podido comprobar que hay rasgos de carácter (competencias personales) bastante comunes a todos ellos. Suelen ser personas con enfoque moderno, profesional y práctico, a la vez que humano. Son rigurosos con los miembros de su equipo, pero con un alto grado de empatía en su contacto con los demás. Saben escuchar. Crean equipos cohesionados. Son fuertes y perseverantes, al mismo tiempo que flexibles. Transforman los problemas en oportunidades. Tienen gran capacidad de negociación, persuasión, venta de ideas y “mano izquierda”. Son personas dedicadas y comprometidas con los objetivos y no escatiman esfuerzos para cumplirlos.
Habitualmente actúan como referencia para el negocio y las personas que forman parte de la organización. Aportan metodología, análisis, sistemática, planificación y organización. Administran prioridades, teniendo claro en todo momento cuáles son los objetivos que deben perseguir en su actividad. Saben cómo sacar el máximo partido a los recursos disponibles. Delegan y saben en quién delegar, fortaleciendo y desarrollando a su equipo de trabajo, impulsándolo y motivándolo hacia la consecución de objetivos, sin perder el control. Son proactivos, automotivados y con iniciativa, pero no buscan su propio protagonismo. Son personas maduras, emocionalmente estables, con aplomo y capacidad de tomar sus propias decisiones. Aportan un buen nivel intelectual y, sobre todo, sentido común y lógica. No le prestan especial atención a los aspectos más formales de su posición y por ello suelen ser cercanos y accesibles.
Parece que todas estas cualidades son, sin duda, dignas de ser tenidas muy en cuenta para enfrentarse a retos ambiciosos en momentos difíciles. Es por ello, que en general, todos los altos directivos “atléticos” dan ejemplo de una muy alta tolerancia a la frustración y son inasequibles al desaliento.
Por eso están forjados para enfrentarse a lo que “otros”, acostumbrados a ganar siempre, renuncian a las primeras de cambio. Como decíamos en el colegio cuando suspendíamos alguna en junio: siempre nos quedará septiembre.
Por cierto, si algún directivo simpatizante de otros equipos se siente identificado con lo expuesto, probablemente sea porque, realmente, es del Atleti, aunque le cueste reconocerlo.
Alguna vez he estado tentado de constituir una "Asociación de Altos Directivos Simpatizantes del Atleti", porque creo firmemente que “esto” sí que lo arreglamos nosotros.