marianux: Uno, que ha tenido el honor de compartir mesa y mantel con el SEÑOR, así en mayúsculas, rossobianco no puede más que anotar en su libreta de aprendizaje las lecciones que imparte en cualquier tema. En éste en particular me gustaría rossobianco que me refrescaras la memoria acerca de los vinos que disfrutamos en las cenas ya comentadas, me parecieron extraordinarios.
Por cierto, para Nochebuena llevé un Pata Negra del 99 , Valdepeñas, ya que había probado en otra cena un Pata Negra sorprendente, pero el de anoche realmente, sin ser malo, me defraudó.
Saludos y Feliz Navidad a tod@s.
¿Señor? Sin duda: resulta fácil para quien se mira en
espejo de caballeros. En román paladino: que lo suyo es contagioso, Don
Mariano, y por el respeto que le profeso ni voy a discutirle a quién
corresponde el mayor privilegio en compartir mesa ni la propiedad de la cátedra
que tan generosamente desdeña. Baste decir que estoy deseando volver a verle y
recibir sus lecciones que, esas sí, anotaré como siempre en mi libreta de
aprendizaje. Ergo: el honor será
mío.
Por lo que respecta a nuestras cenas, me referiré a la primera,
irrepetible –hmm, no, irrepetible no debe serlo– por su intensidad enófila. El hecho es que tras haber
trasegado con sosiego y buen estilo tres botellas de Azpilicueta de crianza
(vino que aconsejo vivamente) Vd, Don Emilio y yo, pedimos al encargado (maître en pijense), bien cumplidos los
postres, una cuarta. Cuando nos informó de que habíamos hecho saltar la banca del
buen restaurante, y como no se puede jamás recular, mas mejorar si cabe (en
el más puro estilo de un Chaval que
prometía mucho, estrenado en las bodas de Caná), ante la ausencia del
Azpilicueta nos decantamos –nunca mejor dicho- por un Viña Ardanza reserva 1995
que estaba para cantarle. Valga para recordar que nos esperan mil cuchipandas
venturas, Dios mediante.
Con un gran abrazo (de los dos para los dos).