esta mañana me he desayunado con el comentario del bizco. Se me ha cortado la leche al meterla en el micro, palabra. Decir que los que fueron ayer al campo eran antiatléticos, ¡será sinvergüenza!
Qué arrastrado, qué buen amigo y, por tanto, encubridor de sus amigotes, esos que se apropian indebidamente de lo ajeno y se salvan por una prescripción (perfectamente consentida y forzada: el objetivo era otro y se consiguió, por parte del poder político establecido).
Sus diatribas continuas contra el mencionado gordito del bigote, o contra Villar y Padró sólo tenían una explicación: no eran amigos de su casa ni de él. Sí lo era, en cambio, Lopera, al que también dio todo el cuartelillo del mundo.
Sólo confío que algún día, a pesar de él y otros como él, al igual que ha pasado con la sanguijuela bética, desparezcan de las ondas nocturnas los cachondeítos con el mequetrefe de pelo sintético y cara acartonada, así como los susurros con caras torcidas.
¡Al pedo, bizco analfabeto!