Si no me equivoco, la estrategia de Simeone trascendió anoche los terrenos de juego para ir a desplegarse mucho, mucho más abajo en el momento en que sacó a colación el ominoso silencio con que los medios de comunicación responden al injusto reparto de los derechos económicos televisivos entre los clubes de primera. Digo que sacó a colación y no que denunció porque lo hizo de pasada, entre sonrisas, lo que parecía dar por sentado que ese silencio constituye una práctica lo suficientemente conocida como para no dudar de que cuenta con la complicidad de aquellos a quienes -mucho más que a él- corresponde de hecho denunciarlo. "Mentís a la geeente", llegó a decir con cadenciosa dulzura porteña. Se trataba, pues, de un asunto moral, o sea, de credibilidad, o sea, violentamente económico. Tan es así que Guasch, perro viejo, reaccionó de inmediato con un exabrupto perfectamente calculado (la experiencia aguza el instinto) que consistió en invitar a Simeone a manifestar su reivindicación alineando contra el Barça al equipo femenino. No supo el Cholo -o no quiso, tal vez- responderle que el deber moral que obliga a un entrenador a hacer todo lo posible por ganar sus partidos es idéntico al que obliga al periodista a decir la verdad y no ocultarla. Sin embargo, a Larrañaga, perro joven y además atolondrado, se le oyó protestar entre el tumulto que tan callados como ellos estaban los directivos del Atleti, ocupados tan solo en asegurarse el dinero suficiente como para garantizar una cierta ventaja sobre sus rivales de clase: el Valencia, el Athletic y el Sevilla. Ahí estaba la clave nítida, ingenuamente expresada -por primera vez, según creo- por uno de los suyos: para que este estado de cosas -tan cómodo, tan rentable- se mantenga es necesario un silencio perfecto, un silencio perpetrado "a una" por todos. Lo que significa que esa denuncia de carácter moral atañía exactamente igual a los periodistas que a los dirigentes del Atleti y que, en consecuencia, el personaje Simeone es endiabladamente igual de incómodo para estos que para aquellos. Ya entendemos, pues, su reiterada calificación de la liga como aburrida. No en vano, vean cómo la adormilada decencia del director Relaño se vio obligada a ir poquito a poco desperezándose en un artículo suyo del cálido septiembre, cuando el pobrecito empezaba a temerse que y a preguntarse si:
"Por darles una ventaja económica a los dos grandes frente a sus adversarios de Champions (ni Manchester ni Bayern ni Juve ni nadie cobra de televisión lo que ellos, ni de lejos) me temo que estamos estropeando algo. Y empiezo a preguntarme si compensa."
¡Mecachis!