Si, yo tampoco lo aguanto. Pero para una vez que no suelta chinas...
Un saludín.
jueves, 19 marzo 2015, 16:37
Todo indica que Simeone renovará
por el Atlético de Madrid, para alivio de la parroquia, y que lo hará
por cinco años, y eso significa mucho más que un alivio: es un bombazo
en toda la regla, una de las decisiones más inusuales en el fútbol
contemporáneo, cuya divisoria se puede situar en la sentencia Bosman y
su inmediata consecuencia, la creación de la Liga de Campeones en 1995.
Desde entonces, el fútbol se ha transformado en un inmenso negocio
que exprime hasta el último euro la incesante pasión por un juego que no
deja de maravillar a la gente desde finales del siglo XX. No sólo el
mercado es colosal, sino que se ha extendido hasta los últimos confines
del planeta. En cualquiera de sus formas -televisión, radio,
internet...-, la tecnología ha sido un impagable cañón publicitario. Ha
permitido que el fútbol llegue a todas partes y todas las gentes.
Si la pasión por el fútbol es la misma, pero más extendida, las
relaciones entre los equipos y sus aficionados han cambiado. Más que de
clubes se trata de corporaciones dirigidas generalmente por empresarios
de todo cuño, cuyo interés en la mayoría de los casos es aprovechar las
inmensas posibilidades mercantiles que ofrece el fútbol.
Con este paisaje, donde los equipos pertenecen a sociedades anónimas,
patricios con ánimo de lucro y de reconocimiento social, grupos de
inversión sin rostro conocido y agentes más poderosos que los propios
presidentes, el fútbol empuja más a la urgencia y al disparate. La
prolongación por seis años del contrato de Simeone se encuentra en las
antípodas de este modelo de combustión rápida. Hacía años, quizá desde
el día que Pep Guardiola fue designado entrenador del Barça, que no se
producía un acontecimiento tan contracultural en el fútbol.
Más que por la extensión del contrato -en el fútbol se dice que un
contrato está para romperse, no para cumplirse-, el acuerdo es una
sorprendente y novedosa declaración de intereses del Atlético, Simeone
y, de alguna manera, de la hinchada. Pocas veces se ha visto en el
fútbol moderno un triple vínculo de tanta intensidad. No hay una
posición parecida a la de Simeone en el Atlético de Madrid,
infinitamente mejor que la de Guardiola en sus años dorados en el Barça,
donde no le faltaron enemigos poderosos, emboscados a la espera de una
oportunidad para erosionarle o derribarle, si fuera necesario.
Representa al club
Simeone disfruta de una autoridad sin precedentes, indiscutida. Luis
Aragonés, eterno referente mítico del Atlético, no alcanzó nunca ese
reconocimiento unánime. Nunca se sintió tan preservado como Simeone. De
hecho, su formidable carrera como entrenador en el club atravesó por
periodos difíciles, a veces dramáticos. Su trayectoria estuvo jalonada
por las idas y los regresos. Si alguien definía lo que se interpretaba
como peculiares características del Atlético, ese era Luis, mesías de un
club que tantas veces le expulsaba.
El fútbol no conoce la indulgencia. Algún día Simeone sufrirá los
golpazos de la impaciencia, los malos resultados y la deslealtad, es
decir, del material que mayoritariamente conforma el fútbol. Ese mal
pronóstico, con el que todos los entrenadores conviven y el técnico
argentino lo sabe por sus experiencias en su país, está muy lejos de
cumplirse con Simeone en el futuro más próximo. Su predicamento en el
club y en la hinchada le convierte en el líder de facto del club, y a
toda la familia del Atlético le parece bien, unanimidad emocionante en
una institución caracterizada durante décadas por su volatilidad.
Es una gran noticia para el fútbol esta demostración de confianza,
afecto y voluntad de progresar por parte de todos los sectores del
Atlético. A Simeone le han ayudado los impresionantes resultados del
equipo, que ha disfrutado de los cuatro mejores años de su historia, con
una colección de títulos que nadie sospechaba cuando el técnico
argentino llegó en enero de 2012 para sustituir a Gregorio Manzano.
Aquel equipo en llamas ganó cinco meses después la Europa League. El
resto es historia, y de la buena. Pero los resultados no explican ni por
asomo la identificación de la gente del Atleti con su entrenador.
La hinchada tiene a Simeone como la perfecta representación simbólica
de lo que significa el club, el alma, el ADN, o como quiera que se diga
esa cualidad que representa el misterio de la identidad de un equipo.
Por cien razones, la afición colchonera no tiene duda: Simeone les
representa más que nadie a todos ellos. Cualquier alternativa a su héroe
les provocaría un espantoso horror al vacío. Pueden estar tranquilos.
Simeone ha firmado un contrato de seis años. No es el infinito, pero sí
lo más parecido en los tiempos que corren.