¡URUGUAYO, URUGUAYO, URUGUAYO!
Por Sergio Medina - 10 de mayo de 2009
Para
los gordos, para los flacos, para los altos, para los bajos, para los
que ríen, para los optimistas, para los pesimistas, para los que
juegan, para las familias, para los reyes, para los magos, para los
responsables, para los comprometidos, para los náufragos, para los de
allá, para los que trabajan, para los de acá, para los del fondo, para
los de la 0. Para todos. Grande Atleti.
Pero sobre todo, para Forlán. El uruguayo se echó el equipo a la
espalda y cuando nadie creía, ni si quería los optimistas, él se mostró
inasequible al desaliento, tuvo fe y volvió a demostrar que es el mejor
profesional que hay en la plantilla y una de las personas más grandes
que cualquiera nos podamos haber echado a la cara en nuestra vida.
No es ya sólo que en un gol calcado al del día del Barça y
Villarreal se haya cimentado una remontada similar. Es su espíritu, su
hambre, la brega, la manera de lucharlas todas, de subir, de bajar, de
llegar el primero en un contraataque del rival tras un corner propio,
de llegar el primero en un contraataque propio tras un corner del
rival, de animar a los demás cuando te meten el segundo y de dar un
ejemplo magnifico a la humanidad. Con fe, esfuerzo y tesón los
resultados llegan.
No creo que hubiese un alma en el Calderón, además de Forlán, que
creyese en la remontada. El varapalo había sido demasiado duro y
condensado. En apenas dos minutos, una expulsión y dos goles. Demasiado
castigo para un equipo que tampoco había demostrado nada hasta ese
momento con once y que pocos visos tenía de cambiar de cara con diez.
Kameni había sido durante toda la primera parte un espectador más,
porque el Atleti con este 4-2-4 se atasca y es incapaz de construir y
elaborar.
Pero ante la falta de capacidad creativa del centro del campo, a
este equipo lo que mejor le va es el coraje. Ese coraje al que le van
de perlas los zapatazos de Forlán, que surgen como un acicate que hace
despertar al resto. Tras el primero, empujó el Atleti, apretó, ocupó
todo el terreno de juego y nadie se dio cuenta de que jugaba con un
hombre menos.
Simao, Kun y Forlán se intercambiaban posiciones de maravilla,
frente a la rigidez que exige jugar con dos extremos, la movilidad de
los tres volvía loca a la defensa periquita. Llegó el empate y el
Calderón empezó a creer y empujó como nunca y a servidor, que es un
blando, se le caían las lágrimas de los ojos cuando todo el campo
gritaba con las bufandas al viento. El empate no servía para demasiado,
pero esta gente es la leche.
Salió Banega y se empezó a tocar con más criterio. El argentino se
ofrecía a todas, en el centro, en las bandas, entre los centrales.
Siempre que había un apuro allí aparecía Ever para mostrar una
solución. El Atleti seguía apretando, con movilidad en ataque, se
sucedían faltas y corners pero no éramos capaces y la gente no sabía si
seguir creyendo. Hasta que Simao le puso una magnífica a Forlán y el
uruguayo no podía fallar.
La locura llegaba al césped y las gradas, los atléticos que durante
buena parte de la noche veían que se escapaba definitivamente la
Champions se abrazaban. Todos eran uno, todos un escudo y todos esos
niños atléticos desde los 1 hasta los 99 años miraban a su padre allá
donde estuviese y le decían “Papá, ya se porque somos del Atleti”.
P.D.: esta crónica está dedicada a todos los que en el descanso hemos dicho que el año que viene no renovábamos.
Fernando Torres. En su despedida.“Cuando lleguen los malos momentos, cuando desde fuera quieran dividirnos y decir que las cosas van mal, en esos momentos que seguro que llegarán, me gustaría que recordarais el orgullo que sentís ahora. Todos somos uno. Eso es ser del Atleti”.