Lo queramos o no, los dos encuentros del Liverpool y del Atleti son el plato fuerte de la liguilla; y es lógico que, después de no sé cuántos años ya sin jugar en la máxima competición europea, los aficionados anden obsesionados con enfrentarse con uno de los clásicos de las últimas ligas de Campeones. Si encima está el morbo de que juega uno de los antiguos ídolos del Atleti, y el que marcó el gol que nos dió la Eurocopa...
Nunca he estado en Liverpool, ni he tratado con su gente, así que no puedo hablar por experiencia propia. Imagino que una ciudad industrial, que las pasó canutas con las reformas de la Tatcher, muy bonita no debe de ser. Pero me extraña que una ciudad que creció a partir de la Revolución Industrial, que acogió a los inmigrantes de toda Gran Bretaña, que vivió toda la polémica obrera, y que durante mucho tiempo fue uno de los puertos más abiertos de Inglaterra, esté llena de garrulos y paletos. Alguna vez sí me habré pasado por sus foros, y la verdad es que esa pandilla de paletos ridículos tienen una virtud que me gustaría ver con más frecuencia en los foros atléticos: hablan con respeto de los rivales, y acogen con amabilidad a los aficionados de otros equipos que dejan mensajes en son de paz. Ese desprecio visceral a todo lo exterior, con el que nos topamos tanto en España, puede resultar de un paletismo más cerril que el acento de Carragher.
También valoran bastante más a los españoles que son ninguneados por sus propios compatriotas, como ocurre con ese gordo camarero español.