Excelente me ha parecido el artículo de Antoni Daimiel, también excelso analista de baloncesto.
Me identifico casi plenamente con su estado de ánimo sobre el Atleti, que también es el mio:
"El Atleti ya no me camela, me enseñó a no aspirar, a no esperar, es mi equipo pero ya no me mata. Ni sabe ni puede, ni sufro, ni lloro. Ahora que nadie quiere a nadie, ahora que se acabó el querer, cómo voy yo a desvivirme por el Atleti con el pago que me da. Paso pero no tolero. He aprendido a esquivar secuelas. De poco sirve buscar causas o razones porque deben ser las mismas de siempre. Las informaciones al respecto de su sinuoso camino siempre son confusas. El pupismo, la autodestrucción, el gafe y el victimismo son distracciones construidas para tal misión, mcguffins, elementos de disuasión, liebres eléctricas de canódromo".
El "casi" viene determinado, creo yo, por una cuestión de edad, y es que a mí el Atleti, mi Atleti, si que me enseñó, tiempo ha, a esperar cualquier cosa y, lo que es más importante, a aspirar a todo.
No debemos aceptar cómo normal lo que sólo es habitual.