Con lo mucho que le deben los Mundiales a Holanda, merecedora de tener uno, mínimo, y para bien ser dos en su historial, sería una broma del destino que se lo pagara con el que está en juego. Desde que irrumpió en la escena futbolística internacional, no recuerdo una selección holandesa peor. Ha tenido toda la suerte precisa y más para llegar a la final: ganó con una autoderrota a Brasil, sin hacer una sola jugada digna de recuerdo en el partido; ayer no controló el juego en ningún momento, ni con el 3-1 y 15 minutos de partido por jugar; tiene una defensa penosa, un centro del campo muy flojo y su mejor goleador (Van Persie) fuera de forma por completo, debido a la grave lesión que ha tenido. Pues está en la final.
Un aplauso para Uruguay, que con tan poca cosa como tiene, y la suerte de los cuartos, desde luego, ha llegado adonde no llegaba desde 1970 a base de orde, sacrificio, garra y, por supuesto, el acierto de sus dos mejores jugadores. Por cierto, si a Forlán le suele costar coger la forma, la temporada que viene, con un añito más encima, podemos echarle paciencia.
Sobre Van Bommel: yo lo recuerdo siempre así, ya cuando jugó en el Barça era un cabrón, y antes, en el PSV, ya lució sus artes. Lo de ayer, de juzgado de guardia. Pero con estos árbitros que se saca de la manga la FIFA todo es posible.
¡Vaya nivel de juego y de arbitrajes! Lo mejor de este Mundial, que nos distrae de pensar en las aventuras de Henry y Micky. Anda, que a partir del lunes, cuando regresemos a la cotidianidad...