Mi punto de vista está más cerca de Lecter, pues creo que ha clavado el carácter del uruguayo, ubicándolo más cerca de la autobiografía que de la historia.
Quiero dejar sentado que deseo a Forlán en mi equipo, y que no comparto la idea, muy difundida por aquí estos días, de que está tan bajo o más de lo que suele por estas fechas -yo lo veo mejor que otros años, pero como con más mohín que nunca. Tal parece que su ego hubiera crecido a un tamaño como el del muñecote ese que ha puesto la Sinde en la Expo de Shangai. Pero ha sido caerse Agüero del equipo y Forlán ha desaparecido del juego y del gol.
Debiera sacar conclusiones de ello, si fuera ese profesional que fernando nos describe con cirujana precisión. Pero no, es cuando justo crece el mohín, el gesto desairado, el ademán de desprecio. Y eso es pecado muy mortal para un profesional, pues en el fútbol no hay buen profesional sin equipo, sin quererlo, sin intentar arrastrarlo, y no sólo con el gol, el quiebro o el corte providencial. No veo un arrastre así en Forlán. Ni siquiera en su selección, fijaos, donde parece un dios. Un dios no abandona a sus fieles, aunque sea para ejecutar un rito menor, porque le han quitado un negociete al hermano.
Sí lo he visto, en cambio, en otros futbolistas que llegaron como él. En Griffa, en Pereira o en Simeone, por ejemplo. Unos se fueron, otros acabaron aquí. Todos han quedado en nuestra memoria, esa que, como bien dice Lecter, es la que atesora la gloria en el fútbol.
Si él no quiere la gloria, no me importa, ni por tanto se lo reprocharé. De él quiero goles y eficacia, nada más. Si me los da, se los premiaré con aplausos, jamás, en ningún caso ya, con el ¡uruguayo, uruguayo!, que tanto y contradictoriamente parece gustarle Esos gritos son para los que quieren la gloria. Más merecerían Raúl un ¡navarro, navarro!, Assunçao un ¡brasileiro, brasileiro! o Agüero su ¡Kun, Kun, Kun! Aunque ninguno marque un gol que nos dé un título europeo.
Puede que todo se deba a que, menos en el fondo de lo que parece, soy un sentimental. Pero ¿cómo, si no, ser seguidor del Aleti, fernando?