Llevamos años empeñados en prolongar la vida de un plan B, de un apaño sobre la marcha. Desde el momento en el que fichamos 4 extremos (Simao, Luis García, Reyes, Maxi) y quisimos creernos que eran volantes. Desde el momento en el que fichamos a Forlán, y nos dimos cuenta que era tan bueno que no podíamos dejarlo fuera del once.
Desde ese momento, estamos condenados a jugar con dos puntas de altísimo nivel, pero que ninguno de ellos funciona como 9, y dos extremos disfrazados de volantes. Ese día, firmamos la sentencia de jugar con un equipo desequilibrado, al que sólo se le daba coherencia con el sacrificio de gente como Raúl García, Assunçao o Camacho. En el momento en el que una de esas dos plazas iba para alguien que no estaba diseñado para sacrificarse al 110% (Maniche cuando se le iba la pinza, Tiago, Jurado cuando jugaba suelto y con dos por delante, incluso Mario Suárez, que no puede hacer más de lo que hace, y no lo hace mal...), el equipo hace aguas: a las defensas les llegan enemigos sin marcar, los delanteros miran atrás y ven el caos.
Aguirre, Abel, Quique... al final es lo mismo: 4 tíos arriba que parten el equipo... pero que son lo mejor del mismo, y por eso no se puede prescindir de ellos. Es el mismo esquema apañado, para salir del paso. ¿Tienen que jugar esos cuatro? Pues no nos queda otra: Raúl García y Assunçao. ¿Alguna otra opción? Romper la baraja. Diseñar un equipo prescindiendo de piezas claves a día de hoy, como Reyes, Forlán o Simao, y alimentando un centro del campo con un organizador (que por cojones tendría que sustituir a uno de los 4 de arriba, nunca a uno de los dos del centro). Pensar en qué equipo se quiere.
Pero eso de pensar no es práctica común en este club. Así que seguimos tirando p'alante, jugando con los 4 de arriba, que son lo mejor que tenemos, y haciendo el equipo de adelante atrás, en lugar de atrás adelante... y quejándonos de que Assunçao no mete goles o de que Raúl García no distribuye.
Ya casi ni me queda coraje, ni me queda corazón.