heleAletica69:
Como me gusta este hilo....
A ver Rossobianco si me puedes ayudar.
1.- Me gustaría que me recomendases un vino para sorprender a alguien experto y consumidor habitual. Me gustaría que no fuese ni D.O Rioja (yo también me apunto a vuestro club), ni Ribera del Duero..
2.- Eres de la opinión que hay platos que piden obligatoriamente un vino blanco o que el mejor blanco es un tinto? Esto te lo digo para la cenita de Nochebuena. Parece que ahora ya no está tan de moda lo del pescado, marisco, con blanco... no?
3.- Y por último, ¿Has probado un vino que se llama Pago de Carraovejas? Es lo más bueno que he probado últimamente y quería conocer tu opinión.
Ale, nada más de momento
Un beso
Helena
Edito para añadir que en la Cesta de Navidad me han metido una botellita de "Glorioso", buen regalo para una atlética... jeje
Un vino para sorprender a un experto y sin tocar D.O.C.s cumbreras... Pues mira, puestos a sorprender de verdad, te recomendaría un Señorío de los Llanos Gran Reserva 2000, D.O.C. Valdepeñas, uva Tempranillo (visto el resultado, se puede perdonar que esta vez hayan abandonado la local y muy noble Cencíbel), envejecido como Dios manda: sin prisas, toneles grandes y viejos, bien saturados. No es un vino para regalar, sino para hacérselo probar a tu invitado “jugando en casa”, ya sea como cata, cuatro pinchos y eso, o durante una cena. Me explico: como es un vino con sorpresa, se trata de mantener el secreto de su identidad hasta que el experto se postre a tus pies rogándote que le digas de qué se trata. Por ello (y porque le viene muy bien), lo debes servir en decantador donde lo habrás escanciado dos horas antes, manteniéndolo fresco: evitemos el tan difundido como puñetero vicio de servir el vino tinto a temperatura ambiente, a no ser que se trate de la de una bodega, ésto es de 16 a 18ºC aproximadamente. En la duda, siempre más fresco que más caliente. En los restaurantes, al menos, se ha difundido -más por pijería que por otra cosa, pero bien venga- el uso de los botelleros con temperatura controlada. En casa, se puede perfectamente obtener el punto justo poniendo la botella a remojo en agua del grifo (nada de hielo, que sería peor el remedio que la enfermedad) cambiándola o dejándola correr para evitar que se caliente. Si se lo vas a servir con alguna tapita, evita las berenjenas en vinagre (se cargarían hasta un Vega Sicilia del 70) y, en general, toda suerte de agrios. Tampoco ofrezcas queso. O, mira, sí: pon unos taquitos de buen manchego a media curación. Estando avisado de que quieres pedirle opinión sobre un vino, si es un verdadero experto no tocará el queso (al menos, no antes de haber catado y formado su opinión sobre el vino) (1). Así que, sin más complicaciones, el queso, un poco de jamón ibérico con unos picos al ajonjolí y punto, y nada de otras chacinas si contienen pimentón. No te preocupes pensando en que la broma te va a costar un ojo de la cara, porque lo que gastes en pata negra te lo ahorrarás en el vino, esta es la gran sorpresa: su precio está sobre los 4 euros. Ahora entenderás la importancia de que no vea la botella antes de la cata para evitar prejuicios y conseguir lo que pretendías: sorprender, que no tiene mérito con botellas a 100 euros del ala...
Respecto a tu segunda pregunta, yo sin dudarlo soy de tinto, pero no por ello hay que despreciar los blancos. En primer lugar, porque son los únicos que pueden soportar sin sufrimiento excesivo envejecimientos centenarios (a condición de que tengan suficiente grado y sean dulces). Segundo, porque los hay verdaderamente extraordinarios. Tercero porque, en efecto, son insustituibles con determinado tipo de platos. Sin quitar razón a Tarraco, en cuanto a que un tinto joven (quizá mejor aún un rosado por su menor contenido en tanino) puede beberse con pescados, pongo como condición en que éstos no sepan en absoluto a sí mismos, o sea, a pescado. A osados y temerarios amantes del riesgo propongo una prueba de fuego: acompañen unos chipirones en su tinta con un tinto y si no se les “duerme” el paladar durante una semana es que ya lo tenían muerto de antemano. La cosa tiene su explicación química, pero ni quiero aburrir ni soltar un discursito técnico que no viene al caso. Pero vamos, que es como cuando se “te pega” el olor a pescado en las manos y no te lo quitas ni con lija del 8.
Así que para tus cenas a base de frutos del mar (toma cursilada) te recomendaría sin salir de nuestras fronteras los clásicos gallegos (albariño, cambados, condado, ribeiro –no necesariamente por este orden), el simpático Barbadillo con frituras, y siempre, pero siempre, un buen cava, brut o brut nature, por supuesto. Si lo deseas con más cuerpo, otro clásico:un gran reserva de Viña Esmeralda, aunque quizá esté de capa caída, porque la última vez que lo probé uno de los dos estaba bajo de forma, espero que fuese yo. Si prefieres un vino de esos a la moda y todavía no muy conocido, te recomendaría el conquense Blanco de Montreaga 2005, vino muy resultón con todas esas cosas que yo detesto: viñas oriundas (en el sentido que se daba en los años 70 a los jugadores extranjeros con doble nacionalidad), sauvignon blanc en este caso, y maduración en barricas francesas nuevas.
Pero, a mi modo de ver, los grandísimos blancos no son nuestros. Los pinot grigio, müller thurgau, gewürtztraminer, sauvignon, pignoletto, etc. riquísimos de aromas afrutados y plácidos grados de acidez se dan en tierras que envidian nuestro sol y nuestro clima, pero mucho mejores que las nuestras para producir estos vinos rubios y ligeros.
Para terminar con los blancos, hay platos que no pueden ser acompañados sino por ellos. Por ejemplo, tomando pie de una de las sugerancias de ese gran sibarita que es Chinasky, no existe vino que case mejor con el hígado de oca o pato (foie, en pijense) que un sauternes. Y, efectivamente, aunque normalmente tienen precios disparatados, a veces se encuentran botellas a precio decente: este verano veía en oferta un cosecha 2005 sobre los 5 euros un hipermercado de gran difusión nacional. Se trata de un vino abocado (enmascara y complementa perfectamente el ligero gusto amargo del hígado), y grado considerable para un blanco (compensa la pesantez de la grasa del hígado), para beber bien frío. Intento buscar un sustituto y aunque en Italia lo he conseguido con moscati ligeros, no lo he encontrado en España. El viejo Diamante de Franco Españolas no vale. Apelo a Chinasky –vais a ver quién es maestro de verdad- para que me eche una mano.
Y termino este rollazo respondiendo a tu última pregunta: el Pago de Carraovejas no lo he probado. Me fío de tu criterio y lo buscaré. Solamente espero que sea un Ribera del Duero sin demasiados exotismos. Con la llamada tinta del país se puede hacer el mejor vino del mundo, y si no que se lo pregunten a Vega Sicilia. El problema de Ribera, como de muchas otras regiones españolas, es que se han dedicado a hacer vinos modelnos y afrancesados, y por ahí no paso, aunque el merlot o el cabernet-franc sean muy respetables. Además, normalmente le endilgan el diabólico cabernet-sauvignon que dona ese exquis bouquet a baquelita chamuscada que gustará mucho a los franceses, pero que a un modesto servidor estomaga.
Pues como que basta. Perdonen todos, empezando por Helena, el rollo.
Con otro beso para ti y renovados enófilos saludos para todos
(1) Nota. De aquí viene el dicho popular de "te l'han dao con queso": de los antiguos y pícaros mercantes de vino que “colocaban” al ingenuo ventero el más infame de los tintorros tras hacerle probar un buen queso que ellos mismos ofrecían con la excusa de vendérselo también o simplemente por aquello no beber a estómago vacío; al cándido cantinero, con el paladar saturado de caseína, el maldito brevaje le parecía vino excelso digno de reposar en las mismísimas bodegas reales.