Aquí el relato de una pareja que estaba en la zona:
Su relato estremece. Han pasado ya cuatro días desde los
altercados pero en sus palabras aún se escucha el miedo y la tensión que
pasaron en el callejón de la calle Díaz de Haro donde resultó herido de
muerte Iñigo Cabacas. Fueron «unos pocos minutos» que en sus cabezas se
vivieron «como horas». Laia y Roberto son una pareja de Málaga y
estaban de vacaciones en Bilbao «visitando a unos familiares y
disfrutando de la victoria del Athletic». Ellos no hablan de hipótesis
ni elucubran. No divagan. Estuvieron allí y así lo cuentan a EL CORREO y
así se lo han detallado a los policías con los que ya han hablado. «Lo
que no podemos decir es qué le pasó a Iñigo (en todo momento se refieren
al joven por su nombre de pila). No sabemos si fue un pelotazo de la
Policía o una botella», aclaran los dos.
Su narración
arranca justo después del partido. «Vi a mi novia subida en la jardinera
que está en medio del callejón. Somos de Málaga. Ni idea de que ahí
está la herriko taberna. Había buen ambiente y punto. Venía con un
familiar del partido y ella nos estaba esperando con otras chicas allí.
Le saludé y entré al servicio a un bar. El inicio de la bronca me pilló
en el interior del local. Cuando intenté salir la gente empujaba hacia
dentro. Se oían gritos y se escuchaban los pelotazos golpeando en la
persiana del local», explica.
La joven revive la
tragedia minuto a minuto. «Estoy de pie en la jardinera central
esperando a mi novio y no me doy cuenta de lo que está pasando», narra
Laia. «De repente, a todo lo largo de la calle, se colocan tres
furgonetas de la Ertzaintza. Estoy de pie. ´¿Pero qué está pasando? No
lo entiendo´, le digo a la prima de mi chico. Oigo una bola sobre mi
cabeza. Estoy sorprendida. No sé qué hacer. Les grito a los policías.
´¡No, no, que no estamos haciendo nada!´. Estoy con las manos arriba
para que me vean pero, por instinto, me acurruco. Intento resguardarme»,
recuerda con una sorprende serenidad.
En este momento,
Roberto interrumpe el relato cronológico y vuelve atrás para hablar
sobre la pelea que supuestamente llevó a la Ertzaintza a intervenir. «El
ambiente era cojonudo. Estábamos todos tranquilos. Pero por allí
andaban dos subnormales buscando jaleo incluso antes del partido. Uno
era muy corpulento y como sudamericano. El otro tenía marcas en la cara,
cicatrices. Los dos eran de esos que te pegan y no huyen, sino que se
quedan a retarte más. Yo vi cómo el primero se pegaba con uno que
llevaba una bufanda del Athletic. Ésa fue la pelea». Roberto no sabe si
ese altercado fue el detonante de todo lo sucedido después -«lo
desconozco así que no hablo de ello»-, pero sí tiene claro que los
botellazos hacia la Policía «vinieron después» de la primera carga».
«Sale, dispara y se cubre»
Laia
retoma el hilo de la narración. «Junto a mí hay dos niñas de 17 años
histéricas. Les digo que se pongan detrás de mí para intentar
protegerse. ¡Es que no disparan al aire! Tiran a la misma altura del
cuerpo. Me fijo en uno de ellos. Está en la puerta trasera de la
furgoneta. Sale, dispara y se cubre con la puerta. Vuelve a salir,
dispara y se cubre. Como en una película», detalla. «Ahora se lo estoy
contando a mis amigos de Málaga y flipan».
Todo es
confusión a su alrededor. Las pelotas de goma vuelan por todos los
lados. «No sé qué hacer. Las dos chicas que me acompañan intentan hablar
con los policías para que paren. Les dan con la porra. Decido saltar de
la jardinera y refugiarme en un bar pero la persiana está bajada y no
puedo. En ese momento es cuando veo por primera vez a Iñigo», advierte
la joven.
«Está tirado en el suelo. ´Dejarme ayudarle´,
les digo a la gente que está con él. He sido socorrista y sé qué hacer.
Tiene convulsiones y los ojos parpadeando. No responde a nada. Saco las
gafas y compruebo que respira (el aliento empaña los cristales). A mi
lado está también una enfermera que intenta tomarle el pulso pero hay
demasiado ruido y jaleo. Iñigo tiene una herida en la parte de atrás de
la cabeza. Es grande y sangra muchísimo. Además de la oreja le sale un
hilo continuo de sangre. Le empiezo a preguntar ´¿cómo te llamas?´ Les
pido prestado las bufandas del Athletic a una chica y un chico que están
a mi lado para taponarle la herida. Cuando quito la mano con la que le
aguanto la cabeza me encuentro un coágulo de sangre tan grande como mi
palma. Tengo 32 años, así que mi mano no es pequeña. Le apoyo en mi
brazo para que no se ahogue si vomita. No responde a nada. Le giro un
poco y entonces empieza a vomitar. Le retiro el vómito con mi mano.
Vuelvo a coger las gafas».
Todo ha transcurrido en un
instante. De la celebración al drama. «Sigo con Iñigo. No sé cuánto
tiempo llevo. Alguien me coge del brazo. Es un ertzaina. Me dice ´salte
de aquí´. Le digo que no. ´Que te salgas de aquí´, me repite. ´Que no´,
le contesto. Es verdad que le grito y le insulto de todo. Estoy muy
nerviosa, pero en todo momento intento hablar con Iñigo de forma
tranquila. Le pregunto cosas pero sigue sin responder. Después llega una
ambulancia y se lo llevan. Entonces entro en un bar y me lavo la
sangre».
La pareja malagueña tiene previsto presentar en
las próximas horas en un juzgado de la ciudad andaluza una declaración
aún más detallada para que sea tenida en cuenta en las investigaciones
policiales. Su testimonio, así como el de otros testigos que
presenciaron los incidentes permitirán esclarecer las circunstancias
exactas que desembocaron finalmente en el fallecimiento del joven
vizcaíno.