Desde hoy me declaro antimadridista por una nueva causa (aparte de las evidentes): por razones humanitarias.
En
mi observación primatológica de anoche pude comprobar que la derrota
mejora al seguidor del trampas. Lo vuelve más humilde, más racional, y
hasta mejor periodista. Anoche daba gusto escuchar las tertulias, y no ya
por los contenidos, sino hasta formalmente: se respetaban más los
turnos de palabra, se hablaba con más respeto y rigor... Lógicamente,
dadas estas premisas, Gordberto Gómez, el sudoroso, casi no abrió la
boca.
Siro López, un infraser con todas las letras, era capaz de
entender la naturaleza colectiva de este deporte, en vez de crucificar a
actores concretos. Juanma Rodríguez (el que tiene pone fotos de Mou y
KH7 delante suya, creo que no necesito descalificarlo más) felicitaba al
equipo rival -personificado en Cristóbal Soria, ojo, que supone tragar
un extra de bilis-. El madridista de estudio estadio con cara de
sifilítico también debatía con normalidad con sus compañeros de
tertulia... El "chiringuito de jugones" no me atreví a mirarlo, porque
eso ya es demasiado hardcore, cualquier día Roncerdo muere de infarto en
directo.
El pasado fin de semana la grey tramposa se resistía,
corneaba a diestro y siniestro, berreaba indignada. Una segunda derrota
ha tenido un efecto balsámico, relajante, ha disipado los aullidos en
simples maullidos de gatito abandonado al que dan ganas de adoptar.
Además, mientras más humillante la derrota, mejores son sus efectos. El
hecho de que el segundo gol servilleta venga precedido de un sombrero de
espuela a Pepe, y que se cuele bajo las piernas de Diegolopez ha hecho
un bien incalculable.
Realmente creo que los madridistas en el
fondo son buenas personas a las que les sienta horriblemente mal la
victoria (o la neutralidad). Por eso yo, que tengo conciencia social,
les deseo que pierdan siempre, y cuanto más dolorosamente mejor, porque
ese padecimiento les hace mejores personas, más educados, y hasta más
inteligentes.
Otro día hablamos de los periodistas del trampes,
que son justo lo opuesto. Cuando ganan son beatíficos, generosos,
transigentes y capaces de apreciar los méritos del adversario. Cuando
pierden... amigos, aquí se descubren todas sus miserias, sus
resentimientos y sus complejos. Por eso yo, que soy un amante de la
sinceridad, les deseo que pierdan siempre...