El mago de las rodillas, José Carlos Noronha, autorizó prematuramente
su regreso a las canchas con lo cual Radamel nunca volvió a ser el
mismo. Hoy no vale nada
Cuando
Radamel se rompió el ligamento cruzado anterior de su rodilla izquierda
no sólo Colombia tembló: la cotización del Tigre en ese momento
ascendía a los 70 millones de dólares, ningún delantero en el mundo, ni
siquiera Zlatan Ibrahimovic, valía tanto. Su representante Jorge Méndes y
Dmitri Rybolove el dueño del Mónaco, club al que pertenecía, sabían que
si Falcao no llegaba al mundial era muy probable que su valor se
depreciaría. Con la rodilla aún hinchada Méndes ordenó trasladar al
jugador a Porto para que lo atendiera José Carlos Noronha, médico
especialista en operaciones de rodilla, quien ya había tratado a los
portugueses Fabio Coentrao, Cristiano Ronaldo y Pepe, a quien logró
recuperar, en tan sólo cinco meses, de una lesión similar a la que
padecía el nueve del Mónaco. El médico trabajaba para Mendes desde el
2003 cuando había ingresado a la extensa lista de empleados que tenía el
portugués en su empresa de representación de jugadores Gestifute.
El país en vilo se insuflaba de esperanza. Noronha no era un
médico sino una especie de mago que tenía el poder sanador en sus
manos. Las declaraciones que dio en su momento parecían corroborarlo.
Era bastante probable, decía Noronha, que a las 12 semanas Falcao
pudiera estar haciendo entrenamientos con balón. Quedaban casi seis
meses para empezar el Mundial, si se cumplían los plazos dados por el
médico, el delantero llegaría sin ningún problema a la cita. Lo que
olvidaba decir el médico es que sólo el 40 por ciento de los jugadores
que sufrían ese tipo de lesión volvían a las canchas siendo los mismos.
Falcao, que ya se había roto los ligamentos de sus rodillas en el 2005
con el River Plate, la tenía aún más complicada.
José Carlos Pereira Pinto Noronha se empezó a obsesionar con las
lesiones de rodilla cuando él mismo, a los 24 años, se rompió el
ligamento cruzado anterior mientras jugaba en el Desportivo Santa Cruz
de Alvarenga, un club aficionado del norte de Portugal. Paralela a su
incipiente carrera como futbolista, Pinto Noronha estudiaba medicina en
la célebre Universidad de Coimbra. Utilizó su propio cuerpo para
experimentar y en la recuperación lo supo todo sobre su lesión. En 1986,
recién graduado, hizo prácticas en los consultorios más prestigiosos de
Europa y Estados Unidos, trabajando en uno de ellos con el cirujano
ortopédico José María Villarrubias. En 1994 se establece como cirujano
privado en Oporto. La buena fama lo acompaña y es por eso que dos años
después el club Porto lo ficha. Allí conoce al técnico José Mourinho
quien, sorprendido por sus métodos, decide llevarlo en el 2004, justo
después de ganar la Champions, al Chelsea para que se convirtiera en el
médico de cabecera del club londinense. En los tres años que estuvo en
el equipo atendió con éxito al goleador marfileño Drogba, el ganés
Essien, el holandés Arjen Robben y el inglés Ashley Cole. Después
estaría durante tres años en el Real Madrid.
El único lunar que tenía Noronha antes de operar a Falcao García
había sido la recuperación de Lucho Gonzales. El volante argentino del
Oporto se rompió los ligamentos de su rodilla izquierda y, por
precipitarse a regresar a las canchas, padeció de por vida una serie de
lesiones musculares. Jamás volvió a ser el mismo.
En febrero del 2014 Noronha injertó un tendón en la rodilla izquierda
lesionada para reemplazar el ligamento roto. Ahora sólo había que
esperar la reacción del jugador a la cirugía y el tiempo de sanación del
tendón. A las tres semanas de la operación los partes eran felices. “La
luz al final del túnel no parece tan chica” decía. Había hasta un 70
por ciento de posibilidades de que Falcao jugara el primer partido de la
selección contra Grecia. La esperanza crecía al ver que en mayo, un mes
antes del mundial, José Nestor Pekerman incluía al delantero en la
lista de los que irían a Brasil. En los videos se le veía trotar, jugar
con una pelota de caucho, caminar sin muletas.
La realidad no era así. Falcao, acosado por las presiones
comerciales, doblaba las jornadas de trabajo físico sólo para lograr el
milagro. Nunca se supo que las lesiones musculares que hoy lo tienen
sentado en el Chelsea y prácticamente sin opción de jugar en Europa,
empezaron justamente en esos meses previos al mundial, cuando el tigre
dejaba el alma en el gimnasio. Noronha intentó convencer a Jorge Mendes
que lo que estaba en juego era la carrera del jugador y también su
prestigio. El representante nunca escuchó al médico
Se cumplieron los cinco meses de recuperación y Falcao nunca estuvo
listo. Vendría a reaparecer siete meses después en la pretemporada con
su club El Mónaco. En un tiempo que no era el prudencial Radamel empezó a
correr, a hacer cambios de dirección, frenados y aceleraciones bruscas.
Al noveno mes de la lesión lo prestan al Manchester United. Para
ganarse un puesto en la titular del equipo de Van Gaal el tigre redobló
el esfuerzo. El resultado fue la inoportuna lesión muscular de octubre
del 2014 que terminó de convencer a las directivas del Manchester que
Radamel ya era mercancía dañada.
Con el Chelsea ya completa ocho semanas por fuera. Nadie sabe que
lesión lo aqueja pero la valoración del médico del Mónaco fue
contundente: Falcao no está para el fútbol competitivo. Los números no
lo acompañan: Falcao, después de la lesión, jugó 69 partidos con el
Manchester, el Mónaco, el Chelsea y la selección y tan sólo convirtió 13
goles, una cifra ridícula para quien fuera, según Josep Guardiola, el
nueve más temible del mundo.
Una inadecuada recuperación médica y las presiones de Jorge Mendes
tienen al borde del retiro a los 30 años al goleador histórico de la
selección Colombia.