Por supuesto que felicidades pero, descendiendo a terrenos meramente lingüísticos, que es donde, por otra parte, se juegan de veras los sentimientos y los pensamientos, qué absoluta inundación, que maremagnum de corrección política cuando la tarde del domingo (como, según nos informaban los periodistas ahuecando la voz, ocurrió un día antes en el Cerro) se veía atravesada de cielo a cielo por gritos de ¡campeonas, campeonas! ¿De verdad, tú, Juan y tú, Pedro y tú, Luis, os sentíais campeonas? Sin embargo, ¿a que tú, María, y tú, Ana, y tú, Luisa, os habríais sentido igual de campeonas si el clamor, como corresponde, hubiera sido ¡campeones, campeones!? Doy por hecho que ninguno de los cantantes tuvo nunca acceso al dictamen de Ignacio Bosque titulado "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer" pero, al margen de ello, sospecho (confieso que sospecho) que la mayoría no lo necesita. Es más, que lo huye. ¡Cómo renunciar a una redonda, limpia y bien pulida demagogia a cambio de una escueta verdad! Ahí tenéis si no a Sánchez, el secretario, con su voz de trueno.