Partido jugado con dos objetivos primordiales: evitar riesgo de lesiones y no herir al contrario (no hacer leña del árbol a punto de caerse). Ninguna pugna real, ninguna ruptura en velocidad, encarar al otro solo cuando no hubiera otra opción. Nada más que permanecer ordenados, combinar (a veces, primorosamente) y esperar errores. No se puede uno poner cero tres ofreciendo menos. En la última media hora fuimos piadosos espectadores de la desesperación del rival, cuya reacción alimentamos comprensivos, sin alzar la voz. Quedar segundos tal vez te pueda importar a ti, a mí, a este o a aquel, pero no al equipo. Aunque ya sé que el domingo, jugando en casa, tendrán que poner cara de malos, la temporada está concluida.