Siempre estabas ahí, Juan. No puedo recordar ninguna ocasión, ni la más mínima cosa sobre el Atleti en la que yo haya participado, en la que tú no estuvieras con tu cigarrillo, tu leve sonrisa y palabra suave pero acertada. Las carreras en tu coche para las firmas y visitas a casas de gente que era alucinante, volviendo después muertos de la risa y revisando los papeles, las previas cerca del Calderón, las noches en el río por detrás de la Avenida de Valladolid, los partidos con o sin algo que mostrar. Y esa foto mítica, que solo pensar en ella se me caen las lágrimas a borbotones, tras una noche en pie bajo la llovizna mientras esperábamos a que se abrieran las taquillas y las mejores personas que conocemos nos animaban con mensajes de móvil. Esa foto en la que no queríamos salir, pero que luego, de alguna manera, fue tan calmadamente simbólica como lo eras tú.
No vamos a olvidarte, no podríamos aunque quisiéramos. El Atleti no va a olvidarte porque, en el fondo, lo que queda de él está en algunos pocos como tú. Estarás en cada cosa, como siempre, presente.