ATLÉTICO DE MADRID
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Sergio Agüero
'Kun', un padre hecho para el nieto de 'Dios'
Se acerca Claudia Villafañe, la ex mujer de Diego
Armando Maradona, con una bolsa marrón. Despliega sobre la mesa una
docena de camisetas blancas con la sonrisa de un niño impresa en el
pecho. "¡Pero eso no me lo puedo poner!", protesta el Kun Agüero, al
que sostienen unas indescriptibles zapatillas rojas, Dolce&Gabbana
por supuesto. "¡Tranquilo! Les cortamos las mangas y listo", dice de
vuelta la abuela, recién llegada a Madrid. Es sábado, más allá de la
una del mediodía, y Sergio acaba de llegar a casa tras el
entrenamiento. Está relajado, como siempre, feliz, como casi siempre
también, y empieza a contar las cosas que se ven en el salón de su
casa, comprada hace un año y cuatro meses, dueño de un ático dúplex de
diseño moderno y orden desordenado. Eso sí, hay algo en Sergio Agüero
(Buenos Aires, 1988) que lo hace diferente. De hecho, muy diferente.
Diferente al niño que antes vivía en un chalé impresionante en la
otra punta de Majadahonda, con sus tíos, Magi y Javier, que hoy le
hacen la comida para que la estrella llegue a mesa puesta y no tenga
que preocuparse por cocinar. Diferencias acaso imperceptibles, pues
sigue vacilando a quien tenga delante, y más si el interlocutor se pone
serio. Sigue sonriendo, y sigue explicando las cosas como mandan sus 21
años. Cuenta que está viendo, junto a Giannina, las series Lost y Heroes, que prefiere la versión original "porque las voces son reales", y que sigue desplumando a Reyes y a Assunçao cuando
se lleva a las concentraciones el TEG (la versión argentina del juego
de mesa aquí conocido como RISK), y que le hace la vida imposible a los
utilleros escondiéndoles todo. Resiste la 'Play Station' como
distracción prioritaria, pero ahora es el Guitar Hero el que lo tiene
ocupado intentando imitar al guitarrista de los AC/DC. "Por ahí
prefiero la batería", dice mirando al instrumento, también instalado
junto a la puerta que lleva a la terraza. "Si las vendo me saco una
pasta ¿no?", le dice a un amigo, señalando las entradas que el club le
da para los partidos que se juegan en casa. Y así con todo el mundo.
Siempre con bromas. Siempre riéndose. Entonces, ¿qué ha cambiado en el
Kun, al margen de estar leyendo -lleva la mitad- la biografía del Che?
"La diferencia es él", y señala entonces la puerta del salón. Tras
ella se intuyen unos pasitos indecisos y comparece el motivo del
cambio, pelo negro, ojos como platos y un pijama verde. Cara de sueño.
Benjamín Agüero Maradona -"¡vaya apellidos!", se oye-, cumplió un año
el pasado 19 de febrero. "¡Tentu, Tentu!", dice Agüero con la cara más
feliz que es capaz de poner. ¿Tentu? "Sí, no sé, es un apodo, se lo
pusimos no sé porqué, la verdad, no tengo idea", y Tentu, Benjamín, el
nieto de Diego Armando Maradona, el nieto de Dios, se lanza sobre los
brazos de papá. Lo mira brevemente y apoya la cabecita sobre el hombro.
Se acurruca y se deja acariciar.
"Siempre hace lo mismo. Cuando llego a casa, me tira los brazos y se
acuesta. Tranquilo, ahora cuando tome confianza lo verás en acción",
cuenta Agüero, cuyos ojos, desde ese momento, son sólo para su hijo.
Alguien piensa que, a esas horas (pasadas las dos de la tarde) el niño
se levanta de la siesta. "¡Pero noooo! Se levanta de dormir por la
noche", intercede Claudia, la abuela, mientras pone un café y unos
refrescos. Entonces, ¿cuántas horas duerme este niño? "Es que sigue el
ritmo de la casa. Se duerme tarde, tipo tres, cuando nos dormimos
nosotros", explica entonces el Kun, que ya se ha acoplado en la
alfombra y sigue los guiños de Benjamín, afanado en hacer rodar una
pequeña moto de plástico.
'Benjamín nos cambió la vida'
¿Cómo explicar lo que significa el primer hijo? "Nos cambió la vida
un montón, tanto a Giannina como a mí. Nos costó a los dos madurar.
Antes salíamos a comprar, a comer, íbamos y veníamos... Ahora sólo
estás pendiente de él. No sales si hace frío, por ahí vamos de shopping
sólo porque él ande un poco", cuenta el delantero del Atlético de Madrid mientras
sujeta los bracitos de Benjamín, ya activado, sonriente, pendiente de
todo lo que ocurre a su alrededor, con cara de ¿quién es toda esta
gente?. "Foto, foto", le dice el Kun, y el crío cierra los ojos y
sonríe mirando a la cámara, acostumbrado a ellas como está desde que,
con apenas 15 días, su padre lo llevó al Calderón para hacerse la
fotografía oficial con el equipo antes de un partido. El gesto, claro,
arranca las carcajadas.
Prosigue papá, que habla pausado, maduro, ahora sí, más reflexivo.
"No sé, es todo. Sabes que se llevará golpes, pero quieres evitarlo.
Rezo porque no se los dé, porque no le pase nada... Lo que más deseo es
que no le pase nada nunca", y claro, no es lo mismo ser padre que padre
y futbolista. "Las concentraciones ahora se me hacen muy largas. Él
llora cuando me voy y eso duele", dice mientras le acaricia el pelo y
el niño, ahora, se entretiene con uno de los muñecos de POCOYO y uno de
sus libritos, puestos a su alcance en el mueble que hay debajo de la
inmensa pantalla donde Kun y Giannina ven la televisión y las películas.
http://www.elmundo.es/elmundodeporte/2010/03/01/futbol/1267435818.html
"Si se cree, y se trabaja, se puede". Palabra de Dios.
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