Futre saluda al público, en presencia de Butragueño y Tomás Reñones. (MARCA)
Actualizado domingo 20/01/2008 00:43 (
CET)
Por MIGUEL ÁNGEL GIL [Consejero delegado del Atlético]
Hoy es un día especial. Tanto como los derbis jugados en el Calderón en los últimos años. No lo puedo considerar como un partido más del Atleti ejerciendo de local, pues éste es distinto.
En los demás, por la presión a la que yo mismo me someto, debido a la relación directa entre el resultado y la estabilidad y crecimiento del club, me suelo escapar del estadio nada más empezar, o incluso antes, una vez comprobados los sistemas de control de accesos, la seguridad, el protocolo del palco y, en definitiva, el operativo de cada tarde. Hoy, por mi condición de consejero delegado, debo compartir con mi presidente la labor de cicerone y atender a los invitados: políticos, empresarios, profesionales de la banca, patrocinadores, medios de comunicación y, por supuesto, a los representantes del equipo rival.
Recuerdo con nostalgia los derbis de antes. Los primeros a los que acudía con mi padre y mi hermano pequeño. Mi memoria me alcanza hasta principios de los 80, antes de ser mi padre directivo del club. Solíamos comer por la Cava Baja (Lucio o Esteban) o en un restaurante alemán de la calle O’Donnell (La Selva Negra). Después íbamos al fútbol y, tras el partido, cuando ganábamos, terminábamos con mi madre y el resto de hermanos en Galatea, una cafetería de Príncipe de Vergara donde se comían, y se comen, los mejores perritos calientes del mundo.
Recuerdo perfectamente que llevaba mi bufanda, un regalo de mi tío Severiano, hermano de mi padre, con el que siempre estuvimos muy unidos. Él me hizo atlético desde muy pequeño, al regalarnos una bufanda del Madrid a mi hermano mayor y una del Atleti a mí. Severiano era aficionado del Valencia. Con el tiempo y con paciencia, cambió su rumbo y escogió el camino de la verdad. Se hizo auténtico. Se hizo atlético.
Aquellos eran derbis donde disfrutabas del fútbol. Hoy la responsabilidad no me deja hacerlo. Se viven de forma diferente cuando eres niño a cuando eres adulto, y también hay mucha diferencia entre vivirlos como aficionado a vivirlos como gestor. Por cierto, siempre tengo recuerdos de este tipo de partidos con errores arbitrales. Lo cierto es que siempre el Madrid pesó mucho. No se me olvidará nunca la acción de Buyo y Futre, en el año 88. ¡Qué teatro! Terminó con expulsión de Orejuela sólo por acercarse al lugar de los hechos, y al final, en el minuto 89, como casi siempre, el Madrid marcó y la desesperación de Paulo hizo que el árbitro le expulsara.
Aquellos derbis los veía con la comida en el estómago. Éstos con una pastilla de Sumial que me recetó mi amigo Juan Soler (presidente del Valencia), experto, como yo, en sufrir. La pastillita te deja tan relajado que ves otro partido y sufres mucho menos. Si me tuviera que quedar con un derbi, no tendría duda. Recuerdo perfectamente el primero de mi padre como presidente, con Menotti de entrenador. Marcaron Salinas, Paulo, López Ufarte y el cuarto no lo recuerdo. ¡Ah, sí! El cuarto también López Ufarte. Increíble. ¡Que felicidad! Y qué pocas veces repetida.
Los dos últimas temporadas se han ido vivos de manera injusta, pero el fútbol es así. Hoy el Atleti sabe que, por encima de la pasión y las ganas de ganar, el objetivo es concluir la temporada entre los primeros. Entre los cuatro primeros. Es un derbi, sí, pero son tres puntos. Como la trascendencia del partido es algo que no me deja disfrutar, cuando el árbitro ordene el inicio buscaré el momento más oportuno para coger el coche y escuchar a Pavarotti bajo el efecto del Sumial.
Si ganamos, el lunes disfrutaré con mis compañeros del trabajo y con todos los atléticos con los que coincida. Si perdemos, no me autoflagelaré con las televisiones y prensa, aunque José, el mayoral del ganado bravo de Valdeolivas, madridista empedernido que trabaja conmigo desde hace 23 años, me dirá, con una amplia sonrisa, que el próximo año a lo mejor lo conseguimos.
EL FINAL DE LOS G I L AUNQUE SE DIVISA LEJOS CADA DÍA ESTÁ UN POCO MÁS CERCA