Confieso que dudé de tí Raúl, cuando en esa segunda temporada de Quique, y con éste más pendiente de vendettas personales que de sacar partido al equipo, dudé de ti. Incluso cuando mi Padre me decía una y otra vez, que jugabas fuera de sitio y que así era muy dificil, dudé. Cierto es que nunca te pité, porque nunca lo haría un jugador del Atleti, y menos al que se deja siempre la piel, pero no te defendí. Dejé de discutir, con mis vecinos de asiento, y me callaba si gritaban que no valías para el Atleti, cuando hasta hacía poco, ante estas mismas críticas, decía sin tapujos que tu trabajo era menos vistoso, pero tan importante como el de Kun y Forlán.
Después te fuiste para volver, y empecé de nuevo a defenderte, porque al principio de tu regreso los críticos afloraban rápidamente al fallo, cada vez menos ciertamente, pero los había, y comencé de nuevo a defenderte y con más vehemencia que nunca porque en el fondo estaba en mi pesar el no haberlo hecho siempre. El haber sido injusto, el saber que sin decir nada habías estado muy por encima de muchos de nosotros....de mi. Por eso la primera gran ovación tras tu regreso, me fue liberadora, y ver al público, al fin en pie, saber reconocer lo que merecías, redentor.
Ahora que te vás, queda claro que el poso que dejas en todos es evidente, que el trabajo, el compromiso, y la dignidad, aunque en ocasiones cueste, al final cala. Y que en anteponer siempre el interés del grupo al de uno mismo, es el donde reside la verdadera grandeza del fútbol.
Ahora que te vas, quería simplemente decirte... GRACIAS.