Era una imagen «deja vu». Una visión sufrida y repetida desde hace nueve años, cuando el Atlético comenzó su camino del infierno. En 2002 regresó a Primera, pero el purgatorio duró otras cuatro temporadas. Parecía, todavía parece en la clasificación, que los rojiblancos tocarían por fin el cielo de la Copa de Europa en la Liga 07-08. Aún es posible, pero la afición vivió anoche el mismo desencanto que ha soportado a lo largo de todo este siglo.
Una derrota en el momento de la verdad. En una de las finales del campeonato. En la fase en la que se deciden los puestos europeos. Un fracaso, otro más, constatado además en el Calderón. Como ha sido habitual durante las últimas seis campañas. No hay nada perdido. sin embargo, lo sucedido ayer se ha digerido demasiadas veces y ha supuesto, hasta ahora, la decepción europea. El equipo madrileño se complicó la cuarta plaza de Liga de Campeones en un encuentro desastroso.
¡Gil Marín, Cerezo, dimisión!
Los rojiblancos volvieron a la vulgaridad que les ha definido en el siglo XXI. Fueron un equipo sin espíritu, sin garra, sin amor propio, superado por la necesidad del Betis para escapar del descenso. Los verdiblancos convirtieron la responsabilidad en sabiduría. Los atléticos la tradujeron en miedo a vivir en los más altos niveles continentales. El reto, una vez más, les viene grande.
La desgana rojiblanca supuso que los silbidos ascendieran hasta la bronca, que el desánimo se vistiera de pañolada y que el enfado se consumara con gritos de «¡Cerezo y Gil Marín, dimisión!» en la puerta cero del estadio.
El 4-4-2 de Aguirre debía ofrecer un homenaje a su afición en el día de las peñas y lo que ofertó fue la anarquía de juego más absoluta. Una vez más, fiesta y fútbol se divorciaron en el Calderón, aunque en esta ocasión lo importante era vencer y esa misión tampoco apareció por el Manzanares ni por casualidad. Los locales siempre fueron a remolque.
Unos jugadores que nunca asimilaron que se jugaban el porvenir en la Liga de Campeones, la mejor competición europea, esa que el club no disfruta desde hace diez años. La responsabilidad les atenazó. Y el público les castigó con un concierto de viento vocal que Agüero silenció durante unos minutos cuando marcó el gol del empate. Un tanto conseguido en un disparo de volea que sorprendió a Casto. Un remate que capeó el primer temporal, producido por el el 0-1 de Juande, que remachó un mal despeje de Leo Franco. La igualada del Kun hizo reaccionar a los locales durante unos minutos. Pero una tonta falta de Pablo sobre José Mari dio la oportunidad a Xisco de resarcirse de una mala temporada y de confirmar el desastre madrileño y la salvación hispalense.
«¡Aguirre, vete ya!»
El delantero ejecutó magistralmente el golpe franco y puso de nuevo en ventaja a los verdiblancos. Y selló el hundimiento de los caseros.
El 4-2-3-1 de Chaparro se creció hasta desplegar su mejor partido a domicilio. Los béticos jugaron al contragolpe, apoyados en la velocidad de Odonkor, en los desmarques de José Mari y en los cruces de Xisco. Enfrente, nadie arriesgó. Maxi cargó con los gritos en contra por querer dirigir a un conjunto deslabazado.
La bronca se extendió cuando Capi fusiló la tercera diana andaluza, colofón a una excelente jugada de Melli, que arrancó desde su área, corrió sesenta metros y dio el pase de la muerte. Así murió el Atlético. Con gritos de «¡Aguirre, vete ya!». No es el único culpable.
EL FINAL DE LOS GIL AUNQUE SE DIVISA LEJOS, CADA DIA ESTA UN POCO MAS CERCA