Los españoles tenemos un complejo de inferioridad para estudiarlo. Pasamos la fase de grupos con un pleno de victorias, una de ellas brillante: "Bah, sólo le ganamos a unas pandas de mataos, y con ayuda arbitral; seguro que a poco que nos enfrentemos a un equipo grande, nos hacemos popó".
Pasamos los fatídicos cuartos contra Italia, tras una prueba tan dura como la tanda de penaltis. Recuerdo que, a medida que el cansancio iba afectando a los italianos, España dominaba más claramente el partido; y que en la prórroga les creábamos siete u ocho oportunidades muy claras... pero no cuenta, porque aquella era una Italia de suplentes (como si Chiellini no hubiera sido el mejor defensa italiano de la Eurocopa, Rossi no jugara en la Roma que le dio una lección al Madrid, y hacer que Toni no la oliese en todo el partido fuera tarea sencilla).
Jugamos creo que la tercera semifinal de nuestra historia, contra Rusia, que había barrido del mapa a la gran favorita, la Holanda que goleó a Italia y Francia; y les damos un baño jugando un fútbol espectacular (no sé si alcanzará el nivel de Italia en las semifinales del Mundial, pero desde luego, no se encuentra muy lejos). Llegamos a la final, y nos enfrentamos con la temible Alemania, la de los hombres altos y fuertes, la que había borrado a Portugal, y había ganado a Turquía por favor de los dioses: otro baño (no sé si llegará al nivel de Italia contra Alemania; pero fue bastante superior al de los italianos ante Francia en la final), y nos proclamamos campeones de Europa, una Europa en la que se concentran la mayoría de las grandes selecciones mundiales. Pero aún así, "¡Bah, fuimos los menos malos de una Eurocopa pésima! ¡Ganamos a equipuchos como Rusia y Suecia, a una Italia y una Alemania en horas bajas, exhibiendo un juego mediocre, y porque nos acompañó la suerte! Cualquiera puede ganarnos; estamos muuuy lejos de las grandes Selecciones de verdad, como Brasil o Argentina...
Que nos parecemos a los madridistas, cuando dicen que el gol de Torres no fue mérito suyo, sino demérito de Lahm y Lehman. Bastante nos desprecian ya de por sí futbolísticamente los argentinos, para que encima los españoles nos despreciemos a nosotros mismos porque sí... Vamos a respetar a los grandes, pero empecemos por respetarnos a nosotros mismos. No empecemos como antes de la Eurocopa, cuando la mitad de españoles hablaban con desprecio de jugadores como Xavi, Iniesta, Cesc, Torres y Villa simplemente porque "no cabía esperarse nada bueno de un español" (habría que ver cómo los hubieran valorado si hubieran nacido en Francia, Holanda o en Brasil...). No nos tengamos como viles mortales porque no hemos nacido en el Olimpo del Río de la Plata.