Y ya van dos. Al final me mosqueo y tó...
Oasis es 'rock and roll'
Los hermanos Gallagher apabullan y demuestran que son últimos clásicos
CARLOS MARCOS - Madrid - 13/02/2009
Lo
bueno de los Oasis es que siempre dan juego. Pueden estar cabreados o
de buen humor, felices o tristes, con resaca o a punto de disputar un
partido de fútbol (esto último no es incompatible para ellos)... Da
igual: siempre guardan la frase hilarante, la actitud desafiante. Pocos
minutos después de aterrizar en Madrid, Noel Gallagher, el hermano
mayor (41 años), comenzó a dar juego. "Mi hermano y yo llevamos dos
años sin hablarnos", comento ante la pregunta de un periodista que le
interrogaba sobre la relación entre ambos. Asunto desagradable sí es,
pero quién no conoce un caso similar cercano en alguna familia.
Claro que la cosa se hace insostenible cuando tu hermano, con el que
no te cruzas palabra, es el cantante de tu grupo, como es el caso. Una
perla más jugosa ofreció Noel días antes: "No descarto presentarme a
primer ministro de mi país (Reino Unido). Sería el Obama inglés". Ya se
ve: juego del bueno. Y qué decir de Liam, 36 años, que como no habla
(ni con su hermano ni, a lo que se ve, con nadie), dejó plantados a
unos periodistas españoles con la cita cerrada. ¿Dónde está Liam? Nadie
sabe, nadie contesta. Pues se acabó la entrevista.
Los Gallagher
estuvieron anoche en Madrid (hoy actúan en Barcelona), chulos,
malencarados, vacilones, bocazas, provocones... ¿No quedamos en que el rock and roll
era esto? Sí, esto, y buenas canciones, y a ellos les escapan de las
manos. Cuando Liam abrió su enorme diafragma para cantan el primer tema
de la noche, Rock and roll star, aquello anunciaba una gran
noche. Entre las 15.000 personas que llenaron el Palacio de los
Deportes (entradas agotadas desde hacía semanas), un Teddy Bautista,
presidente de la SGAE, muy marchoso. Cuando apareció por la graba,
alguien comento, eso sí, por lo bajini: "Hoy Oasis no se libra de pagar
a autores".
De forma totalmente insospechada dada su reputación de hooligans
bravucones, Oasis opta por la mesura cuando se posiciona en el
escenario. El grupo carece de interés por ofrecer un espectáculo,
digamos, extramusical, circense. Noel, empuñando su enorme guitarra
Gibson de los sesenta, apenas da unos pasitos. Su hermano Liam tampoco
termina el concierto pidiendo una botella de oxígeno. Se planta frente
al micrófono, coloca las manos en su trasero como si estuviera
esposado, estira el cuello y, venga, a cantar. Lo que en otras bandas
hubiese sido motivo de coscorrón, en Oasis es digno de alabanza.
Exhiben un repertorio tan sensacional, llenan tanto el escenario con
sus facultades (la gruesa y poderosa guitarra de Noel suena como si
fuesen 20 y la voz de Liam es tan chulesca y agresiva como la de un
Lennon enfurruñado) que poco importa que no suden la camiseta... del
Manchester City, que seguro llevan debajo.
El grupo, sobre un
escenario sobrio (sólo una pantalla detrás de ellos partida en tres),
envaso un concierto repleto de sus grandes temas. Así cualquiera: Supersonic, Woderwall, Slide away (fantástica), Morning glory y media docena de temas de su nuevo y notable trabajo, Dig out your soul.
Cuando Noel se ejercitaba con los punteos, el macarra de Liam montaba
su numerito: se atornillaba en el centro del escenario, subía el cuello
de su chaqueta abotonada a lo Sgt. Peppers, escurría sus manos en los
bolsillos y miraba desafiante a alguien del público. Una de las veces
pareció como si hubiese visto a su mujer abrazada de su mejor amigo.
Esa mirada clamaba venganza. El concierto se cerró con una intensísima
versión de I am the walrus, de sus amados Beatles. Oasis está tan en
forma, que Blur, sus enemigos en los noventa, vuelve. Envidia cochina...