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Hoy, las escuelas de fútbol del club, el fútbol base, el primer
equipo, los empleados, el Senado, los veteranos, todos los miembros del
Consejo de Administración del Atlético, así como todos los que formamos
la gran familia rojiblanca, nos sentimos rotos y confundidos. Rotos de
dolor por la pérdida de Diego Alcalá, y confundidos porque no
alcanzamos a comprender el porqué de tanta injusticia. Estos días,
cuando he ido a visitar a Tere y Pedro, los padres de Diego, al Doce de
Octubre, viendo su dolor y el afán por aferrarse a las pocas esperanzas
que les transmitían los médicos, reviví y sentí sensaciones parecidas a
las que tuve en la Clínica CEMTRO con mi padre. Etiología diferente
pero consecuencias similares, una lesión cerebral.
Aún siendo consciente que la ciencia tiene por delante un largo
camino que recorrer para alcanzar un conocimiento exhaustivo del
cerebro, en el caso de un niño siempre existe una alternativa; siempre
a los médicos les cuesta dar pronósticos seguros, pues es en ellos, en
los niños, donde la estadística y la experiencia pueden fallar.
Pero aún reconociendo que la muerte de mi padre me produjo una
sensación de dolor que nunca antes había sentido, creo no equivocarme
al decir que el ser humano puede llegar a comprender, aun con dolor, el
entierro de un padre, pero nunca el de un hijo. Es demasiado duro e
injusto. En nombre de nuestro club y creo poder hacerlo también en
nombre de la familia de Diego, me gustaría agradecer a instituciones y
clubes de fútbol sus muestras de solidaridad y cariño. En el tanatorio,
un hombre me decía que pidiera a los jugadores que ganaran el partido
de esta tarde para dedicárselo a Diego. Creo, sinceramente, que ningún
resultado ni palabra de ánimo sirven de consuelo a su familia. Es
necesario que todos lleguemos a sentir algo más profundo que la
superficialidad de un resultado. Meditar sobre lo que somos, nuestros
valores y nuestro comportamiento ante la vida.
Hechos como éste nos invitan a pensar en lo efímero de todo lo que
nos rodea. La vida es corta y se vive a toda velocidad. Corres buscando
metas y no sabes disfrutar de la carrera. Casi ninguna meta te
satisface lo suficiente, porque cuando la alcanzas, rápido buscas otra.
Disfrutar de una carrera, en todos los órdenes de la vida, y más en
el mundo del deporte, es compartir, convivir, tolerar, ser paciente,
ayudar, saber perdonar, y es esto, y nada más que esto, lo que le hace
a uno feliz, lo que nos hace disfrutar de la carrera, lo que hace que
nuestra vida, aunque corta, sea maravillosa. Diego hoy tendría el
corazón partido, porque jugaban los dos equipos que llevaba en el suyo,
el Atleti y el Barça. Incomprensiblemente, ya no podrá disfrutarlo,
como tampoco podrá disfrutar de la carrera de su vida, corta para
todos, y demasiado corta para él. Un beso muy fuerte allá donde estés.