http://www.elpais.com/articulo/deportes/tragedia/cicatrizar/elpepudep/20090415elpepidep_6/Tes
Una tragedia sin cicatrizar
El Liverpool recuerda a los 96 aficionados fallecidos en Hillsborough hace hoy 20 años
"Pregúnteme lo que quiera: del Liverpool o de la Liga española. Pero no
de la tragedia de Hillsborough", suplicaba ayer John Aldridge, ex
delantero centro del Liverpool y de la Real Sociedad y uno de los
testigos de la muerte de 96 personas por aplastamiento y asfixia en la
semifinal de la Copa inglesa entre el Liverpool y el Nottingham en el
estadio del Sheffield el 15 de abril de 1989. Veinte años después, las
heridas siguen abiertas. Son muchos los que no han querido recordar el
horror. Kenny Dalglish, entonces entrenador del Liverpool, rompió el
mes pasado un silencio de cuatro lustros: "Es algo que nadie tendría
que olvidar. La policía y la federación debieron retrasar el inicio del
partido. Ni Brian Clough [técnico del Nottingham] ni yo nos habríamos
opuesto. Después nos aseguramos de que alguien del Liverpool estuviera
en cada uno de los 96 funerales. Creo que las familias lo agradecieron".
Las familias de las víctimas siguen luchando para que se haga
justicia. Nadie ha sido hallado culpable a pesar de que, el 4 de agosto
de ese año, lord Taylor elaboró un informe en el que exculpaba a los
aficionados y acusaba a la policía de mala planificación y de escasa
capacidad de reacción. Los agentes abrieron una puerta y permitieron la
entrada en tropel de miles de aficionados que se agolparon contra la
multitud de la ya repleta grada de Leppings Lane. Los hinchas de la
parte delantera fueron empujados hacia la valla metálica, cuyo uso era
habitual para evitar las invasiones del campo. Algunos trataron de
escapar escalándola. El informe Taylor dio esperanzas a las
familias, pero un tribunal de Sheffield dictaminó que las muertes
habían sido accidentales. El expediente disciplinario al jefe de
policía, David Duckenfield, fue archivado cuando se retiró a los 46
años por prescripción médica. Ninguna compensación moral o económica
llegó a los familiares. La mayoría sólo recibió los gastos de los
funerales. Como contraste, 14 oficiales "traumatizados" cobraron 1,2
millones de libras. En 1997, lord Stuart Smith reabrió el caso, pero
con idénticos resultados.
"Este club ha luchado por que se haga
justicia y seguirá haciéndolo", subrayó esta semana el capitán del
Liverpool, Steven Gerrard, que perdió en Hillsborough a su primo John
Paul Gilhooley, de 10 años, el más joven de los muertos. "Es importante
que estas personas sean recordadas individualmente y no como un número.
Hemos estado juntos desde ese día. Eso demuestra qué clase de club
somos", agregó.
Construido en 1899, Hillsborough era uno de esos
estadios decrépitos que poco habían cambiado desde la época victoriana.
En la mente de los políticos predominaba el control de la violencia
tribal, no la seguridad de las masas. Y, a pesar de que la tragedia no
fue consecuencia de actos violentos, la primera ministra, Margaret
Thatcher, dictó el Football Spectator Act a fin de erradicar el hooliganismo
y mejorar la seguridad en los estadios. Las vallas fueron retiradas, se
obligó a que todos los espectadores estuvieran sentados y se empezó a
tratar a los seguidores como a seres humanos. Las medidas tuvieron un
efecto expansivo en Europa. Y el fútbol inglés se convirtió en un
potente imán para inversores, jugadores y consumidores de todo el
planeta.
"La mañana del 15 de abril de 1989 no podía ser más
perfecta. El optimismo primaveral inundaba los corazones de los hinchas
del Liverpool", relató ayer en el Daily Mirror el periodista Brian Reade, presente en Sheffield ese fatídico día. El portero red
Bruce Grobbelaar, a escasos metros del desastre, fue uno de los
primeros en darse cuenta. "Había gente con las caras pegadas a la valla
diciéndome: 'Bruce, ¿nos puedes ayudar? No podemos respirar'. Así que
pedí a una policía que abriera la puerta y me respondió que debía
autorizarla su jefe". El aficionado Eddie Spearrit, que perdió a su
hijo Adam, de 14 años, explicó: "Dijeron que fue una avalancha, pero
fue un aumento de presión constante y lenta hasta que no podías
respirar". En su descargo, Duckenfield dijo que una turba de hooligans
había entrado en el estadio y se había matado entre sí. Borrachos y sin
entradas. El presidente de la UEFA, Jacques George, abundó en esa
hipótesis: "Fueron como bestias cargando en la arena". El editor del Sun,
Kelvin McKenzie, fue más lejos: "Algunos fans robaron de los bolsillos
de las víctimas. Otros orinaron sobre el cuerpo de los fallecidos". Un
cuchillo que penetró en las familias de las víctimas que trataban de
enterrar a sus seres queridos. Cientos de copias del Sun fueron
destruidas. Los distribuidores se negaron a tocar el periódico. Los
quiosqueros, a guardarlos. Un boicoteo que sigue vigente a orillas del
río Mersey.
El entonces director general del Liverpool, Peter
Robinson, convirtió Anfield en un santuario. Una tercera parte del
campo se cubrió de flores, bufandas de diferentes equipos y mensajes de
apoyo. Los jugadores atendieron docenas de funerales. Y Aldridge se
derrumbó: "Me debilitó física, emocional y mentalmente. Trataba de ir a
correr, pero no podía. Me preguntaba si podría volver a jugar". Lo hizo
y tres semanas después marcó dos goles en la victoria de la semifinal
ante el Nottingham. En una final muy emotiva, el Liverpool ganó al
Everton. Lo contrario que cuatro años antes, derrotado ante el Juventus
en otra final tristísima precedida de la tragedia de Heysel, en
Bruselas, en la que fallecieron 39 hinchas de la Juve tras el ataque de los hooligans ingleses. "Las heridas nunca cicatrizarán. Los fans y los jugadores nunca lo olvidaremos", concluyó Gerrard.
GIL CULPABLE,CEREZO MARIONETA.
DILES QUE SE VAYAN