Partido lamentable, con un engañosos resultado final. Si el Numancia llega a acertar en la ocasión del primer tiempo o no les anulan indebidamente el gol que hubiera significado el 1-1...
El equipo sigue igual. En cuanto un rival juega con orden, cierra bien y presiona, al carajo. Porque los medios centros son incapaces de elaborar fútbol, por las bandas no se entra una sola vez y se mueven menos que un equipo de futbolín, salvo el Kun y Forlán. Si se ponen por delante en el marcador, como no se sabe mantener la pelota y la defensa siempre regala alguna ocasión lamentable, a sufrir o a perder puntos increíbles.
Individualmente, lo cierto es que, salvo el sacrificio de Forlán y, ahora también, de Agüero, a pesar de que sigue sin velocidad, es penoso. Maxi, que siga haciendo spots, como castigo -si pierde de entrenar, por ello, no se va a notar mucho-. Simao, donde ya no es un hombre que desborde en exceso normalmente, ahora no es que ya no intente ganar la línea o el vértice del área, es que ni aparece por la banda. Está más quemado que el palo de un churrero. Y detrás de uno y otro, por las bandas, nadie. Si encima, en el centro, creativamente, nada de nada, pues ya me dirán. Fíjense qué sencillo es hacer lo que ha hecho Banega: un punta cae a la banda, arrastra a dos con él, pues yo llego desde atrás y aprovecho el espacio. Luego, eso sí, ha resuelto de lujo. Pues Raúl García ni lo ha intentado una sola vez.
Por cierto, si Pernía hace la de López en el gol anulado por el linier, crucificado. ¡Vaya par de laterales!
Y Pablo, titular indiscutible. Basta ver el papelón de Perea en el susodicho gol anulado. Es que ni salta a despejar, oiga.
Vaya final de temporada que nos espera. Vamos a sufrir como perros.