Ardá no conduce, danza con el balón a cámara lenta. Eso es muy difícil de hacer. La mayoría de las conducciones de balón hoy en día se hacen por velocidad en carrera y el control del balón, salvo excepciones muy puntuales, es muy escaso. Los que consiguen conducir a gran velocidad son los que marcan las diferencias y los amigos de las estadísticas y los resultados, el hacer algo para conseguir algo siempre, dirán que eso es lo que vale.
Pero lo que hace Ardá es muy difícil en el fútbol actual porque los defensas están acostumbrados a defender conducciones rápidas por lo que las lentas las terminan de manera sencilla. Pero eso lo que hace Ardá a camara lenta es arte, porque lleva la pelota cosida al pie y se mueve a su ritmo, y además prácticamente siempre por algún motivo.
Ya hace mucho destaqué sus salidas desde campo propio por banda, que me parecían espectaculares. Parece que se va a meter en la boca del lobo y piensas "pero a dónde vas!!!" porque parece entrar en un callejón sin salida, pero un simple cambio de balón de pie, un esconder la pelota, o un caracoleo o un simple cambio de trayectoria con el cuerpo hace que de repente le veas de nuevo solo y en zona despejada, listo para dar el pase, en esa zona que hace sólo un segundo pensabas "por ahí, tenías que haber salido por ahí" y allí aparece, con la cabeza alta, el paso tranquilo, la pelota cosida. Pero eso tú lo ves en el campo o por la tele, él lo ve en el terreno de juego y los plasma. Un pelotero enorme, de pausa, de cabeza, de técnica, de oficio.
Me da igual si sus jugadas terminan en algo o no, que generalmente siempre tienen algo inteligente, un objetivo y un fin, pero me da igual, disfruto viéndolo y eso, al margen del resultado y los números, son las cosas que espero ver en un campo de juego a los míos. Lo mismo que me gusta ver a Juanfran apretar los dientes para llegar a tocar ese balón imposible, o al propio Ardá cucharear e intentar rebañar todo balón que pasa por su lado o al tigre tirarse a balones imposibles. Todo eso es fútbol y me gusta verlo, independientemente del resultado, pero cuando además se convierte en arte, en danza, en armonía, como es ver a Ardá conducir un balón, supera lo esperable, alcanza los sublime.