(...)
Yo tengo el título de árbitro de categoria nacional de otro deporte, y he arbitrado hace muchos años, hasta que me echaron por darme de hostias con una grada entera, sacudir a un entrenador por insultar y agredir a un niño de su propio equipo, y hostiar a un padre, por lo mismo siendo su propio hijo.
(...)
Sí, ríete, ríete, jajaja, que así sucedio. Aclaro que los tres asuntillos (entrenador, padre y público) fueron en tres días distintos, no todo el mismo día. Lo del padre y el entrenador se puede llamar "defensa propia de un extraño", pues ya os digo que agredieron física y verbalmente a un chaval de los que jugaban, por fallar una jugada, en uno de los casos era su propio padre. El último fue el de la grada. Lo típico unos cuantos niñatos, un grupillo de 10 o 12: "árbitro hijo p.uta, árbitro tal, árbitro cual", pero ya desde antes de empezar el partido (y era un partido de chavalines, gran nivel educativo el de algunos colegios). Los payasos no, ésos eran más grandes. A los dos minutos paro el partido y me voy para ellos: "a la próxima que me mentéis a la madre no paro el partido, os parto la cara directamente". Claro, eso nada más que sirvió para que se multiplicara el tema por diez. A los 5 minutos ya ni paro, me voy a por ellos directamente. Subo a la grada y pim pam. La peña flipándolo claro (aproveché el factor sorpresa). Claro, ahí ya no tenía amigos, automáticamente todos a por mí, el segundo árbitro sale corriendo y se esconde en los vestuarios y bloquea la puerta con una silla jajaja (según me contó luego, que además fue la chivata que fue con el cuento a la Federación, al redactar el informe).
Llega los nacionales (era un barrio céntrico de Madrid y llegaron muy rápido la verdad), diciendo que dónde estaban los árbitros para protegerles, y parte de los espectadores diciendo que no, que lo que tenían que hacer era portegerles a ellos de mí, jajaja, un número. Me dieron alguna, claro, y los pasmas diciéndome que si iba a denunciar, y yo que no, que me había caido. Los tíos flipaban. Me sacaron en coche patrulla y me tiraron en una parada de metro a una manzanas (lo de tirarme es casi literal). Como ya era la tercera sanción (después de "acariciar" al entrenador un día y al padre otro), pues me invitaron a salir amablemente, asegurándome que no habría denuncias siempre que dimitiera, que fue lo que hice, no por las denuncias que me la soplaban, sino porque entendí que no valía para esos menesteres.
(...)
Por aclarar, todo esto es del año de la tana, locuras de juventud, ahora estoy reformado. Lo aclaro por si finalmente alguno de los valientes habituales se decide a tomar un cafetito, que no hay problema.