El Calderón, como bien se dice: está sentenciado; para empezar por los aficionados del atleti salvo honrosas o aún desdibujadas excepciones.
Pero no es sólo eso. Hay más pelotazos. Y lo más importante, el tiempo influye. No es lo mismo cerrar la operación, que se abrió allá por el 31 de julio, en septiembre, como se anunció. Que en octubre como se volvió a anunciar, que en diciembre, que ahora sí en enero, que después del 9-M, que vuelva usted mañana, que cuando ceda el cetro municipal.
Lo malo es que si podemos influir en esa decisión será de forma muy leve. Incluso puede resultar un refugio para el ego herido y hacer del olimpismo su bandera (lo malo que Gallardón se autopuso un plazo de 8 años para completar sus obras, de ahí su petición parlamentaria). Todo esto y el Guateque, de cuyo origen ahora ya me cabe la duda, son elementos catalizadores de una sentencia de muerte en ejecución: la de nuestro estadio, la del Calderón.
Pero también tiene otra vertiente inmediata y es quien puede ganar el 9-M, y cual puede ser su percepción de algunos problemas. Y si las administraciones, las tres, quedarán alineadas. Y si la de justicia, quedará desalineada.
La que me da miedo de verdad es el liberalismo de la Espe, como diría Carbonell. Que algunos ya no nos acordamos de como empezaron las andanzas de esta mujer, y lo que tiene que haber prometido para llegar allí desde donde empezó.
Pero vamos: la Esperanza, la buena, la que se pinta de verde. Esa la mantengo y la cultivo.
Y que conste que nos es partidismo, es partidisimo.