Una satisfacción. Se va uno a la cama de otra manera: eso de dormirse repasando en tu mente un buen partido, no tiene precio.
De todas formas, qué bajo hemos caído. Pensar que represente casi una epopeya pasar a una final dejando en el camino al Marbella, al Huelva, al Celta actual y al Santander...
Está visto que este equipo ya no sabe jugar al fútbol más que en estado de pura excitación. Y hacerlo así -o sea, como hoy o el día del Huelva- sólo es factible cinco o seis veces al año, pero no todos los días, entre otras cosas porque quedas exhausto -física y mentalmente. ¿Cómo es posible que no consigan jugar a un nivel razonable, intermedio, entre lo del domingo y lo de hoy? Con esta dinámica, la Liga se nos pone chunga, pues no puedes esperar en un torneo largo que se juegue como hoy a menudo, sobre todo con la plantilla tan corta que tenemos.
Gran partido de los medios centros y de Agüero, que es una pena que no ande fino de cara al gol. De Gea, estupendo -a ver qué hacen con la manta palentina a final de temporada, por cierto-. El resto, concentrados y esforzados, que ya parece bastante -¡manda huevos!-.
La única pega: el arbitraje. Ante terceros, empaña injustamente el resultado, y los cántabros han salido muy mosqueados, lo que es todo un peligro para la integridad física de nuestros jugadores -¡ay, el Kun!-, teniendo en cuenta que queda la vuelta, además de que antes hay un partido de Liga que, de perderse, nos mete de hoz y coz otra vez en el tomate del descenso.