No sé si conocéis este relato del director de cine Fernando León de Aranoa...a mí me gusta recordarlo en las vísperas de los derbis, y pensar en su mensaje...ahí os lo dejo
"Mi amigo Mauro era del Madrid. Teníamos los dos 9 años y compártíamos
la escalera interior de un portal impar, al final de una calle
estrecha, en el barrio de Cuatro Caminos. Compartíamos también nuestra
satisfacción infantil por un edificio abandonado que había al otro lado
de la calle, en realidad un castillo lleno de historias, fantasmas y
posibilidades. Sus ventanas eran la pizarra en la que nuestra
imaginación escribía cada noche sus mejores historias de miedo: a menudo
creíamos ver luces y sombras temblorosas, inciertas presencias
caminando al otro lado de sus cristales rotos. Su madridismo le venía a
Mauro por parte de padre: mi afición por el Atleti, sin embargo, no
tenía explicación. Los domingos, casi siempre, le daban la razón a
Mauro, de manera que los lunes, a menudo, yo procuraba salir más tarde
de casa para evitar encontrarme con él camino del colegio.
Comenzaban a llegar entonces los primeros televisores en color,
tecnología alemana, ponga color a su vida. El de Mauro era enorme, aún
recuerdo los esfuerzos de los de la tienda para subirlo por la escalera
de casa. Solía llevarse el manual de instrucciones a clase. A todo
color, ponía en él. Como mi envidia, pensaba yo, una envidia de muchas
pulgadas, cien por cien española, tecnológicamente más avanzada. En mi
casa, mientras tanto, se resistían a cambiar de aparato. El argumento
era que las películas en blanco y negro eran mejores, poco importaba que
se hubiera rodado en color. Por eso Mauro me invitaba a verlo todo en
la suya.
Y resultó que en su tele el coche de Starsky y Hutch era rojo con la
raya blanca, mientras en la mía seguía siendo gris oscuro. Y resultó que
en su tele, la Ruperta era naranja, y los ahogados, azules, como el mar
que los devuelve. Y los ojos de Pipi no lo sé, ..porque nunca me quedaba a comprobarlo. Había decidido ya que eran
azules, y ninguna televisión en color, por alemana que fuera, me iba a
hacer cambiar de idea.
Juntos vimos también, el PARTIDO QUE
CAMBIÓ LAS COSAS, fue un Madrid-Atlético cualquiera. El PARTIDO QUE
CAMBIÓ LAS COSAS, fue el primer Madrid-Atlético que se celebraba desde
la llegada del color. Nunca antes el comedor de una casa se había
parecido tanto al palco de un estadio de fútbol. Sentandos en el sofá,
distante la cortesía, Mauro y yo aguardábamos la salida al campo de
nuestros equipos con la vista fija en el verde fulgurante del césped.
Entonces sucedió el Milagro:
En su Telefunken Pal Color, su
Madrid seguía siendo blanco, y mi Atlético sin embargo era
deslumbrantemente azul, rojo y blanco. Reventones los colores,
escandalosos sobre el verde esperanzado del césped, aquella noche vi a
mi equipo florecer sobre la enorme pantalla de su televisor. No recuerdo
el resultado, poco importa. Desde el mismo momento en que los equipos
saltaron al campo, los dos supimos que había ganado yo.
Años
después derribaron el edificio abandonado y con él sus almenas
imaginarias, también los cientos de historias que habíamos inventado
entre sus paredes y la suma de todas ellas: un fragmento pequeño, feliz,
de nuestra infancia. Los padres de Mauro se mudaron a una ciudad del
Norte y dejamos de vernos. Le imagino sin dificultad, los domingos por
la tarde, viendo los partidos del Madrid ante su nuevo equipo de
audio/video digital. La tele en color tardó algunos años en llegar a mi
casa, a lo mejor por eso las películas me han gustado siempre como el
Atlético, a todo color.
Pero el PARTIDO QUE CAMBIÓ LAS COSAS, no
las cambió para siempre. Los del atleti sabemos hoy que hay 100 tipos
diferente de derrota porque las hemos probado todas, por eso apreciamos
las diferencias entre ellas, los matices, los colores como expertos
catadores del fracaso. Sabríamos diferenciar con los ojos cerrados, de
espaldas al campo, el dulce desencanto de un empate en casa con el
Celta, a mitad de temporada, de la seca aspereza de una derrota en
Sarriá, con ese suave rastro de penaltis injustos y tarjetas amargas que
deja en el paladar.
Cedidos los bolsillos de la esperanza,
agujereados ya de tanto usarlos, los del Atleti conocemos como Juliette
Binoche, la historia de los hombres y la felicidad. Sucedió la primavera
de 1996. Yo rodaba mi primera película y el Atlético ganaba la Liga y
la Copa del Rey.
Como el hombre sonriente y silencioso del
cuento, los atléticos, discretamente apoyados en la barra de aquel año,
fuimos al fin felices. Porque aquel año era nuestra noche.."
"El Atlético no se merece que le estén tratando como le están tratando. No se puede conformar con entrar en Europa, estoy en contra de anuncios como ese de 'Papá, ¿por qué somos del Atleti?'. ¡No! Cuando yo estaba siempre salíamos a competir a por la Liga, la Copa, todo. ¡Vuestros padres no nos permitían otra cosa! Somos el tercer equipo de España, pero nos hemos alejado de nuestra historia. Pero pensad que, cuando una puerta se cierra, se abre una ventana".
Luis Aragonés en su Gaudeamus
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