Las peñas, siempre serán controladas por el cacique de turno
que acceda al presidencial. A veces, basta con el puesto de conejero delegado.
Hasta que no se revierta al status de Club, este será el castigo eterno. El “día
de las peñas”, será indirectamente el “día del César”. Para mayor gloria del
mismo.
La propuesta, va en sentido contrario. Aglutinar a todos los
descontentos. Los que reniegan de los poderes fácticos para entregar su
compromiso. Los que vigilan que el Atleti no se entregue por cuatro abonos, dos
fotos, cinco tripas de ternera, tres autógrafos y una chapucilla para el autónomo
de turno.
Y si hay que jurarlo poniendo la diestra mano sobre una
paellera o una parrilla, se jura. Que, como el Campeador, sean buenos vasallos
aún de no tener buen señor.
Ideas y Acción.
Es el temor de los “pastores”.