No me ha parecido que haya hecho grandes cosas. En lo táctico lo único que ha mejorado con él es que el equipo ha jugado más junto, al haber adelantado la defensa. En la recuperación final de la dinámica y espíritu de equipo, decisiva para alcanzar este mínimo exigible de estar entre los cuatro primeros, desconozco qué parte le toca. Si el equipo hubiera mantenido el tono de tal desde que llegó, no lo dudaría en decir que mucha, pero es que con él hemos hecho unos cuantos ridículos espantosos, que nos devolvieron a esos partidos de enero en los que daba toda la impresión de que la plantilla deseaba despedirse del mexicano.
Su supuesto conocimiento del club, que suele atribuírsele como importante activo, tengo la impresión de que lo ha empleado más bien para asegurarse su futuro, montando una campañita muy hábil cuando creía que el iban a dar puerta.
Todo indica que, como el mexicano el año pasado, se quedará porque los dirigentes no querrán asumir el riesgo de ponerlo en la calle tras haber alcanzado el objetivo que le marcaron y darle su palabra de que, de conseguirlo, seguiría. Pero mala cosa es que se queden con él sin convencimiento, pues con independencia de su valía, eso marca a un entrenador: el ambiente a su alrededor será malo a poco que se tuerzan las cosas, y si el vestuario no está a muerte con él, harán como este año con el mexicano; o sea, dejarlo con el culo al aire en cualquier momento. Por no hablar de si tendrá los cojones de decirles a los dirigentes que si él entrena, entonces, como mínimo, debe codecidir en altas y bajas en la plantilla.
Vamos, que estamos como siempre.