La Liga de Campeones se pone esta noche al día. Completa en San Siro su
parrilla de cuartos. Juega el Inter, recién cumplidos los cien años de
vida, frente al Liverpool, una forma de consuelo de nuestra dañada
representación. Como por allí andan Torres, y Reina, y Xabi, y Arbeloa,
y Benítez, lo incorporamos a nuestra nómina de participantes. Sobre
todo ahora que se nos han caído la moral y los equipos, las ganas de
presumir de una Liga que durante mucho tiempo sentimos como la mejor
del planeta y que ya no lo es. La Premier se ha adelantado por la
derecha. Se mantiene en Europa el Barça, favorecido por la entidad
menor de quien se le cruzó en los octavos, pero ya están fuera el
Valencia, el Sevilla y Madrid. Y no ofrece un aspecto más sano la Copa
de la UEFA, donde sólo resiste el Getafe, un modesto con hambre y sin
riesgo de encogerse por la presión del entorno, que ni le salpica. Por
contra, si el Liverpool hace buena su ventaja de dos goles conquistada
en Anfield en la ida, serán cuatro los ingleses dentro de los cuartos
de final del torneo mayor. Una cifra que aleja obligatoriamente
cualquier referencia a la casualidad. Y que enfrentada a la escasez que
divisa a su alrededor (un turco, un italiano, un alemán y un español)
permiten mirarla en términos de hegemonía. La Liga inglesa ha sabido
cuidarse. Desplegar el talonario, proteger la calidad de su juego y
mostrarse tentadora para técnicos de postín y jugadores de prestigio.
Muchos proceden de nuestra Liga, que ha perdido su poder de seducción.
Muchos juegan en el Liverpool. Entre ellos, Fernando Torres, que hará
historia en Anfield tras no lograrlo en el Calderón, donde al menos se
hizo rico. Un portento al que algunos descubren ahora después de
negarle tantas veces. Ya suma 25 tantos en 34 partidos. En Inglaterra,
desde Gerrard a Keegan, alucinan. En España, los que iban de ciegos
hace diez minutos, cantan ahora aquello de ‘si ya lo decía yo’. Lo de
siempre.