El país de Inda
lun dic 20 16:12
Mourinho denuncia que el árbitro cometió 13 errores. Paren máquinas: Lo
hace en el único sitio donde golea al Barcelona, en la sala de prensa,
abusando de altavoz mediático. Insinúa que hay "mano negra", que está
indefenso ante los árbitros y que el protocolo a seguir es sacar la
basura fuera para que la huelan los vecinos. Su mensaje es un dardo
envenenado y pone a Florentino Pérez en la encrucijada. Es un órdago a
grande de Mou, que pone en tela de juicio al Director General, para
pedir la cabeza del argentino en bandeja de plata. Alguien no está
haciendo su trabajo, ahora hace falta saber quién. Hay quien sostiene
que es sólo otro lamento más. Pero quien se pone un once sobre diez
recita el quejío tras una merecida y épica victoria, tan vacía de fútbol
como plena en testosterona. Experto en solucionar problemas al mismo
tiempo que los crea y en apagar el fuego con gasolina, Mou siembra
polémica y desunión. Su discurso fue de equipo pequeño y un canto al
victimismo arbitral. Algo que se afeaba a Schuster en su día pero que se
le consiente a él. Luego ninguneó a Valdano en público, algo estaba
prohibido para Pellegrini pero que sí puede hacer él cuando le place. De
postre, pidió una reunión urgente con el presidente, porque prefiere
hablar con él de estos temas "antes que con los periodistas". (¿Para qué
comparece entonces hablando de eso y filtrando la reunión?) A eso hay
que sumar que esta vez sí hablaron los jugadores del Madrid, valorando
la pésima labor del árbitro y calificándole como prepotente. Fueron los
mismos jugadores que se quedaron mudos porque "Mamá Gallina" quiso
arropar a sus polluelos tras caer 5-0 en Barcelona. El caso es que Mou
olfatea conspiración y pide árnica a las altas esferas: "Tenemos un
club, un organigrama y quiero que la gente defienda a mi equipo, no solo
yo. Lo fácil es esconderse detrás de un entrenador". La frase deja la
pelota en el tejado de Florentino Pérez. Ha llegado ese esperado día en
que Mourinho ya considera que debe estar por encima de Valdano. Ya llegó
el día en que Mourinho se colocó por encima de los valores del Madrid.
Un día de estos, Mourinho se considerará por encima del presidente.
El portugués busca abogados defensores de urgencia, pero ese turno de oficio ya está asignado. Se encuentra fuera del club. En el país de Inda.
Donde se establece que la mejor defensa es un buen ataque y donde los
abogados defensores son fiscales. Hay que santificar el color que más
periódicos vende. Y para ello, nada mejor que elevar a Mourinho,
justificar sus caprichos y sepultar a Guardiola bajo una montaña de
estiércol. Sí al odio ajeno para obviar la realidad: Que 500 millones de
euros después, este Madrid no puede competir con el nivel de excelencia
del fútbol del Barça. Palmeros, asesinos de reputaciones y forofos con
máquina de escribir tienen licencia para practicar un peculiar libro de
estilo, el de la puñalada trapera. Agua, barro y basura, crían buena
verdura.["Pep, córtate un poco, no nos vendas babuchas (...) Estás de
moda, Guardiola. Sólo falta que te compres una camella, te cuelgues una
guirnalda de dátiles y te instales en un oasis con olor a fritanga de
jazmines a medio camino entre ese pequeño país de ahí arriba y tu falta
de humildad. Cuanto más brilla tu equipo, menos luces tu filosofía de
todo a cien"]. Como el fútbol del Barça condena esta hoja de periódico a
envolver el pescado, horas extra para el Comité de Actividades Anti-Guardiola.
["El Mulá Pep, con sus rictus ascético de anacoreta de Sampedor, dice
que en Qatar 'sí hay libertad' y se queda tan pancho, igual que cuando
posa para los anuncios del Banco de Sabadell con esa jeta de sufrir un
atasco permanente en el tránsito intestinal"]. Es la prueba irrefutable
de que algunas contraportadas, si no llevan la firma de Segurola o
Iglesias, mejoran al arder. Luego, pim-pam-pum sobre Clos Gómez, un mal
árbitro. Sus dos pecados capitales, poner en peligro la victoria del
Madrid primero y la venta de ejemplares después. Se trata de proteger al
Madrid de arbitrajes como el de Clos, sin haber protegido a Espanyol,
Atlético o Valencia de actuaciones similares. En el país de Inda, vía
video-blog, se subraya que Clos tuvo una "sospechosa imaginación" y una
"sospechosa insistencia". Se trata del mismo Clos que expulsó a
Guardiola y mintió después en el acta. Entonces, off course, Clos no
tenía ni una "sospechosa imaginación" ni una "sospechosa insistencia".
De esto último, al menos, no tuvo la culpa el ingeniero Pellegrini. Así
están las cosas.
Pero lo que no puede tapar el país de Inda es
que el fútbol, como la vida, es un estado de ánimo. No vende periódicos
como rosquillas, pero sí es la génesis de todo proyecto que busca
alcanzar la excelencia, más allá del resultado. No hace demasiado que
uno de mis grandes ídolos, Carlos Moyà, que fue número uno mundial y rompió el tabú español de las pistas rápidas, pronunció una frase que se grabó en mi memoria: "Una de las claves de mi vida es que he sido feliz".
Esa máxima vital es la que aplica, sufra la campaña periodística que
sufra, este Barcelona. De la mano de Guardiola, el fútbol del Barça
representa a personas que son felices con lo que hacen y que disfrutan
haciendo felices a los demás. Su alegría, su estética, su armonía, su
fútbol, contagia como un virus. El Barça es un himno al balón, pero
canaliza todo su arte en un punto de orígen: Los chicos de Guardiola son
una máquina de generar felicidad. Moyà, en su día, fue la fuente de
inspiración y el modelo a seguir por parte de Rafa Nadal. Hoy, el indio
navajo de nuestro tenis es el mejor embajador del deporte de este país.
En el caso de Guardiola, que
tuvo como ejemplo a Johan Cruyff, la felicidad es el medio para llegar a
un fin. El sueño y el sentimiento van de la mano. Pep ha sido
recogepelotas, jugador, capitán y entrenador del Barcelona, ama su
profesión. Desecha los intereses bastardos y el insulto como arma
arrojadiza, porque defiende la pureza. Si Moyà llegó a número uno del
tenis siendo feliz, Guardiola es la piedra filosofal que ha conformado
el mejor equipo de todos los tiempos. El Barça hace felices a los
aficionados, sean de su equipo o no, por ser la bandera de conceptos que
sí inspiran a las personas. porque sus jugadores ponen en el campo el
mismo corazón que en la vida. En el Real Madrid, desde hace unos años,
sólo se habla de lo contrario. De pensar en lo que no se ha ganado, en a
quién culpar, en quién lanzó mal el pase, en qué pitó el árbitro, en
qué dice la portada del periódico. Y eso, diga quien diga lo contrario,
no inspira a las personas.
Antes de la llegada de Mourinho -
porque ya existía el Madrid antes de Mou -, los códigos del madridismo
transcurrían por otros derroteros. Con el fichaje de Mourinho, jaleado desde el país de Inda, se ha dado un salto en la cadena alimenticia del madridismo.
Antes había que ganar, jugar bien y si se perdía, saber perder. Ahora
hay que ganar, no importa cómo y si se pierde, nadie da la mano. Hubo un
tiempo en que la imagen del Madrid estaba por encima del bien y del
mal, porque era inmaculada. Entonces el Madrid no se recostaba en un
entrenador empeñado en ser el muerto en el entierro y el niño en el
bautizo, acostumbrado a riñas callejeras y números propios de la mujer
barbuda del circo. En esa época, el Madrid era un club señor, con unos
valores, una cantera, una moral incorruptible y un rival, el Barcelona,
que tenía complejo histórico y estaba anémico de fútbol. Hoy el Madrid
ha prostituído su esencia. Ahora jugar bien a fútbol es lo de menos. Hay
que hacer jaleo en las ruedas de prensa, en los periódicos y en las
tabernas. Todo porque Mourinho, como en la película "Tiburón", se ha
dado cuenta de este Madrid "necesitará un barco más grande" para cazar
al Barça. Y como sabe que el desafío puede dejar su crédito por los
suelos y que a final de temporada igual el cuento no acaba bien, se
arranca por peteneras: Aplica un "código rojo" a Valdano, se aferra a un
papelito con errores del árbitro y le echa la culpa de todo al
empedrado. No dice que este Real, desprolijo de la pelota y con un sólo
Xabi Alonso en sus filas, es un mal chiste comparado con el de La Quinta
del Buitre. Por eso, al borde de un ataque de nervios pero con coartada
arbitral, ha vuelto a tirar de repertorio. Su número de la cabra,
convertir lo superfluo en noticioso. Si hablan de Mou, no hablan de lo
mal que juega el equipo de Mou. La realidad, siempre tozuda, marca que el Madrid no juega a nada desde que fue goleado por el Barça.
Pero Mou, que nunca tiene la culpa de nada, exige defensores a gritos
dentro del club. Fuera del Madrid, le sobran. Mientras exista el país de
Inda, Mourinho nunca caminará sólo.
Fernando Torres. En su despedida.“Cuando lleguen los malos momentos, cuando desde fuera quieran dividirnos y decir que las cosas van mal, en esos momentos que seguro que llegarán, me gustaría que recordarais el orgullo que sentís ahora. Todos somos uno. Eso es ser del Atleti”.